El intervencionismo, basado en monsergas como la idolatría del gasto público, la demonización del mercado, y la fantasía de que hay que salvar al capitalismo de sí mismo –porque el socialismo no requiere salvación alguna– es moneda corriente entre los profesores. Menos habitual es que, además, se nos diga que Keynes se basaba en la moral, como en un artículo que publicó en El País Antonio Cazorla Sánchez, catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Trent University en Canadá. Asegura seriamente que Keynes “nunca olvidó que la función pública debía basarse en principios éticos”.