Junto a sus incuestionables aspectos positivos, la Unión Europea tiene una faceta negativa: el riesgo de que se convierta en un Estado propiamente dicho y, por tanto, que incurra en las dinámicas antiliberales que han caracterizado a los Estados nacionales durante el último siglo.
Dicho riesgo fue muy minusvalorado. De hecho, pocos pensaron que Europa iba a terminar replicando a los Estados de toda la vida, lo que constituyó un acto masivo de wishful thinking. Como dijo Anthony de Jasay, era como contemplar un renacuajo y afirmar, sin dudarlo, que jamás ese bichito podrá convertirse en un sapo.