Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, las ha resumido en una carta a los militantes socialistas, que permite intuir los riesgos que los derechos de las trabajadoras afrontan ante el Gobierno de “la criatura”, que es como llamó Mary Shelley al monstruo de Frankenstein.
La violación de dichos derechos será tanto más sencilla para los poderosos cuanto más imbuidos se sientan ellos de su papel redentor e insustituible. Y a Warren le pueden ganar en muchas cosas, pero no en narcisismo.