Como en todas las crisis, el pensamiento fofo se arremolina en torno al poder. Descartan cualquier opción liberal, porque, según nos aseguran los sumos sacerdotes del progresismo, el liberalismo es utópico o extremista. Por eso aplauden cualquier expansión monetaria y fiscal, con el pueril entusiasmo de quienes solo ven sus aspectos positivos a corto plazo, nunca sus costes ni sus efectos nocivos a medio y largo plazo. Naturalmente, son todos keynesianos, como Nixon.