El Gobierno pretende reformar el Código Penal, para incluir como nuevo delito la aversión a los pobres, o aporofobia. Paradójicamente, puede que los autodenominados progresistas sean susceptibles de ser acusados del mismo.
Por supuesto, el propósito de las autoridades es el contrario, a saber, insistir en la moralización de la política y la monopolización de la benevolencia. Los buenos sentimientos ya no son propios de las personas libres sino que son encarnados por y administrados coactivamente desde el poder. Pasa con el cuidado de los pobres lo mismo que con el medio ambiente o las mujeres: los izquierdistas procuran que creamos que solo ellos los protegen realmente.