Algunos parecen haberse enterado ahora durante la pandemia de una característica sistemática del comunismo: la mentira. Este retraso cognitivo se aplica también a la otra de sus señas fundamentales de identidad: la violencia.
El único país que puede rivalizar en brutalidad en números absolutos con la Unión Soviética de Lenin y Stalin es la China de Mao, cuyos crímenes apenas han empezado a ser divulgados, dado el poder que la izquierda ha tenido siempre sobre la universidad, la cultura y los medios de comunicación (https://bit.ly/2Vf37b4). En las últimas décadas, se nos asegura que China ha entrado en distensión e incluso que es un país capitalista. Naturalmente, es mentira, como denunció hace poco el analista español Julio Aramberri (https://bit.ly/3adrIRX), y había hecho en 1974 Simon Leys: “sería un error creer que bajo esta apariencia menos repulsiva algo de fundamental ha cambiado. Todos los virajes del régimen han siempre tácticos”.