El Gobierno anunció que su prioridad iba a ser gastar y, en eso, no ha mentido. Tituló La Razón: “Primera medida: subir las pensiones”. El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, anunció que el Ejecutivo aprobaría una subida del 0,9 % para 2020, con el objetivo de ligar indefinidamente las pensiones el IPC real. Esto no era lo que decía cuando estaba en la AIReF. Pero, en fin, pelillos a la mar. Y sobre todo, eurillos.
El Gobierno se autodenomina “progresista” por su propensión gastadora, dando por sentado lo que debería demostrar. Y no hay manera de demostrar que aumentar el gasto público conduce al progreso de la mayoría de la población, salvo que el gasto fuera gratis, que, como sabemos, no lo es desde el maná.
La Armada Gastaleone es consciente de ello, y por eso insiste en prometer objetivos contradictorios, y legitimar los impuestos porque los pagarán los ricos.
Veamos algunos ejemplos. El propio ministro Escrivá, sin duda versado en aritmética elemental, prometió no solo pensiones más altas, sino también solvencia garantizada y reducción del déficit de la Seguridad Social. Él sabe que si todo eso se cumple, entonces el Gobierno habrá mentido en su promesa fiscal fundamental: no subirle los impuestos a la mayoría del pueblo.
La ministra María Jesús Montero, afirmó, al estilo del juez Holmes, que pagar impuestos es “una garantía para las sociedades desarrolladas”, notable teoría, porque pagar impuestos no es garantía de nada, sino que es obligatorio. Añadió otro truco: “Lo importante no es si se pagan más o menos impuestos, lo importante es quién los paga, a quién hay que pedirle un esfuerzo para que nuestras cuentas públicas estén saneadas”. Traducido: si la crujen a usted, señora, eso no es importante, si consiguen disfrazarla de “rica”; hablan de “pedirle”, cuando el Gobierno nunca pide: exige; y de “sanear” unas cuentas que nunca son las suyas de usted.
Finalmente, Montero se descolgó con esta proclama comunista: “Que cada uno aporte en función de su capacidad, y todos recibamos en función de nuestras necesidades”. Nótese el verbo “aportar”, como si el Estado fuera el cepillo de misa, donde ponemos dinero voluntariamente.
La Armada Gastaleone nos dará tardes de gloria. Entre tanto, cuidemos nuestras carteras, y entretengámonos con la violación de la lógica que van a perpetrar necesariamente nuestras benéficas autoridades. La vicepresidenta Nadia Calviño definió así su hoja de ruta: “coherente, moderada y progresista”. Pero si es coherente y moderada, no es progresista; si es moderada y progresista, no es coherente; y si es coherente y progresista, no es moderada.
Los límites de Sánchez y compañía vendrán de Europa, de la capacidad financiera de aumentar aún más la deuda pública, de su debilidad parlamentaria a la hora de sablearnos a los ciudadanos, y de que una mayoría significativa del electorado no perciba que le están tomando el pelo.