La escritora Juanita Páramo proclamó:
—Estamos en manos del dinero, de una sociedad capitalista que ha llegado a unos niveles de concentración de la propiedad monstruosa que destruye a las sociedades. A nadie se le escapa que los Estados son peleles a las órdenes del dinero.
Pauper Oikos se dispuso a replicar, pero Juanita advirtió:
—¡No soy de izquierdas! Para explicarte mi visión económica podría citarte a Chesterton; pero, como deduzco que no tienes paciencia para captar las paradojas y primores del estilo chestertoniano, te citaré a Marx: “El modo de producción capitalista presupone el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio; esto es, en la expropiación del trabajador”. Lo que es una verdad como un templo, la diga Marx o su porquero.
El reportero de Actualidad Económica respondió:
—El antiliberalismo es de izquierdas y de derechas , y quienes claman contra la malvada revolución plutocrática y reclaman un “nosotros” integrador son tanto los comunistas como los fascistas. Lo que me llama la atención no es eso, sino su diagnóstico. Los Estados son hoy más grandes que nunca antes, y las empresas, como las personas, pagan más impuestos que nunca, y usted asegura que son peleles. Marx también disparataba sobre el Estado como títere de la burguesía; extraño títere, sin duda, porque fuerza a pagar al titiritero. En fin, hablando de Marx, es curioso que no haya observado usted que lo que aniquila la propiedad privada, la concentra en el poder político, y destruye las sociedades, no es el capitalismo sino el socialismo.
—Pues no has entendido nada —sostuvo la escritora—. El capitalismo repite periódicamente crisis que terminan vampirizando el esfuerzo de los trabajadores, los ahorros de las clases medias, el tejido de pequeñas empresas y los recursos de los Estados.
—Que son cada vez mayores, como mayor es la influencia de la política monetaria, que causa las crisis.
—Lo malo son las empresas transnacionales, que obtienen beneficios sin crear riqueza alguna —insistió Juanita Páramo.
—En el mercado eso no es posible.
—Los servicios públicos que hasta hace poco eran de acceso gratuito, como la educación o la sanidad, se convierten poco a poco en servicios de pago encubiertos.
—El Estado no es gratis desde el maná —corrigió el reportero.
—Esta es mi receta: volver a repartir paulatinamente la propiedad que ha sido concentrada, limitar la libertad de acción de los mercados financieros, recuperar un modelo que proteja y estimule la producción nacional, fomentar una economía de cercanías, favorecer los negocios nativos frente a la invasión transnacional, con su plaga de franquicias y sucursales, limitar al máximo el comercio electrónico, etcétera.
Pauper Oikos, reflexionando sobre la inmensidad de la pobreza que semejante programa antiliberal impondría, optó por alejarse cantando: Born free.