Con este título, Ismael Grasa, profesor de Filosofía en el Liceo Europa de Zaragoza, ha escrito un libro en Editorial Turner sobre “algunas cosas sencillas”. En realidad, reúne una serie de reflexiones acertadas que giran en torno al liberalismo y al individualismo.
Cita a Evelyn Waugh: “Debe usted saber que el hombre de la calle no existe, es un mito moderno. Solo hay individuos, hombres y mujeres, dotados cada uno de un alma individual e inmortal, y estos seres tienen de vez en cuando la necesidad de usar las calles”. Para el profesor Grasa, en efecto, la realidad somos cada una de las personas, y no los grupos ni las masas: “No existe el hombre medio. Todas esas expresiones tienen algo de desprecio y uno debe mantenerse precavido…quien habla de las masas o de la gente en un sentido despectivo está lejos de incluirse a sí mismo en aquellos conceptos. Por eso las masas siempre son los otros. No debería ser ese nuestro pensamiento, y, puestos a elegir, es preferible ser ese los otros que quien señala hacia ellos con un plural”.
El individualismo no equivale a la negación de la sociabilidad, como sostiene una antigua crítica antiliberal. Desde Adam Smith sabemos que la libertad individual brota y cobra sentido en la sociedad, a la que debemos consideración y respeto: “De vez en cuando, si es que nuestro carácter no nos lleva a hacerlo de un modo natural, se ha de dar un paseo por la calle con una predisposición clara a saludar”.
Algunas referencias podrán entretener y al mismo tiempo inquietar, como estas palabras de Alexandr Herzen: “Al mundo latino no le gusta la libertad; lo que le complace es luchar por ella”.
Pero fundamentalmente, como he dicho, es un texto que gustará a los liberales, porque lo recorre una actitud no solo de defensa de las mujeres y los hombres libres, sino también de recelo frente a las argumentaciones que propenden a recortar sus derechos y libertades, a menudo con tramposos razonamiento pseudo-éticos. De ahí el valor de esta cita de Karl Popper que incluye el libro: “Es mucho más conveniente que la moralidad del Estado sea controlada por los ciudadanos y no a la inversa. Lo que queremos y necesitamos es moralizar la política y no hacer política con la moral”.