Según informó LA RAZÓN, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, apuntó que los pactos parlamentarios entre las tres fuerzas del centro derecha, en autonomías como Madrid y Murcia, pueden ser “el preludio” para los acuerdos de Gobierno.
La izquierda, por su parte, está preparada para responder a la principal oferta económica de sus adversarios: la bajada de impuestos; sabe que la cuestión fiscal por primera vez le puede costar muchos votos. Así que está prestando atención para evitar perderlos. Por ello, autonomías relevantes como la madrileña operarán como los proverbiales canarios en las minas, avisando sobre los riesgos políticos de los avatares fiscales.
PP, C’s y Vox tienen que estar a la altura de lo que han prometido fiscalmente. Es cierto que ninguno de los tres ha articulado una propuesta creíble de reducción del gasto, bien por falta de principios, bien por temor a una sangría electoral derivada de su eventual exhibición. También es cierto que cuando hay pactos, se multiplican las posibilidades de echar las culpas de los fiascos sobre los hombros ajenos. Normalmente, el coste político de dichos naufragios será tanto mayor cuanto más importante sea el papel de cada partido.
Así, conviene que en el PP recuerden que cuando Rajoy crujió a los españoles con impuestos alegando que lo hacía por la crisis y para salvar el Estado de bienestar, perdió millones de votos. Deberían, por tanto, pensárselo mejor, porque si continúan incumpliendo sus compromisos, no veo por qué los españoles van a dejar de castigarlos en las urnas.
La responsabilidad de C’s y Vox es menor, y por tanto el coste político que deberán pagar también lo es.
La izquierda, como he dicho, es plenamente consciente de todo esto, y está utilizando sus terminales mediáticas para bombardear al ciudadano con un doble mensaje impositivo, que subraya la imposibilidad, por un lado, y la perversión, por otro.
El primer mensaje gusto mucho a los académicos, que sentencian, como si fuera algo inapelable, que los impuestos no pueden bajar. Lo aseguran con tanta arrogancia que conviene armarse de paciencia y mostrarles las cifras del gran paraíso socialista: los países nórdicos, que han prosperado en las últimas décadas haciendo, precisamente, eso que tantos profesores sostienen que no se puede hacer: bajar los impuestos.
El segundo mensaje es habitual en la prensa gubernamental, e insiste en que bajar los impuestos es una cosa mala malísima. Como es evidente, los que así predican, igual que los profesores, intelectuales y artistas, jamás se toman la molestia de preguntarle a la gente lo que prefiere. Se limitan repetir que bajar impuestos solo beneficia a unos pocos, que ataca a la clase media, que aumenta la desigualdad, y que es una medida que no funciona. Es decir, justo lo contrario de lo que se ha producido en la práctica.
Atentos, pues, a los canarios, empezando por Madrid.