Pauper Oikos oyó un clamor:
—La democracia no está sabiendo atajar ni la desigualdad, ni la violencia en Latinoamérica.
La declaración era tan absurda y políticamente correcta que la podría haber proclamado cualquiera, pero era su amigo Sibelino Secarrales, el renombrado pensador y encuestador chileno. El reportero comentó:
—Me parece que estáis siguiendo la consigna de tantos aquí en Europa, que nos hablan de los problemas de la democracia cuando no gana la izquierda las elecciones o cuando necesitan una justificación para subir todavía más los impuestos.
—No es cierto —protestó Sibelino—. La falta de atención de Gobiernos y partidos políticos a la situación económica de la región es uno de los motivos centrales por los que la gente ha perdido la fe en la democracia. En esto late la desidia hacia la democracia que se ha manifestado en los últimos procesos electorales.
—Pues no ha habido desidia sino entusiasmo en los dos países más importantes de la región, donde no solo se ha producido la alternancia sino que además lo ha hecho en direcciones diferentes, salvo que equipares a AMLO con Bolsonaro.
El encuestador se encaró entonces con el reportero:
—Es imposible negar que los latinoamericanos que se perciben como de clase baja han pasado del 45% en 2017 al 51% en 2018. Esto explica en gran parte la crisis de la democracia que sufre Latinoamérica. En Paraguay, más de un 20% de la población se declara autoritaria…
—¿Y en el resto del mundo tú qué crees que pasa? —interrumpió el reportero de Actualidad Económica—. ¿Me vas a decir seriamente que en América Latina no ha habido progreso económico ni político?
—En América Latina hay un gap entre lo que uno es y lo que quiere ser.
—Pues, claro —asintió Pauper Oikos con una sonrisa—. Y en Alemania y en Tanganika.
—Y como esa brecha no se cierra, se opta por soluciones que suponen un quiebre con lo tradicional —afirmó Sibelino Secarrales—. Los gobiernos deben responder a cuestiones como que México lleva 25 años esperando la prosperidad, o que para la ciudadanía de Brasil, lo fundamental no era Lula, lo único verdaderamente importante era y es sobrevivir.
—Deberíamos dejar atrás esta bobada elitista de considerar a los latinoamericanos como excepcionales, hambrientos y buenos salvajes —musitó el reportero.
Los dos amigos optaron por dejar de discutir y procedieron a elaborar un balance de América Latina en el último medio siglo. Además del crecimiento económico, constataron el descrédito de la dictadura cubana y la tiranía venezolana, el reemplazo del régimen kirchnerista, el deterioro de Daniel Ortega en Nicaragua, y la reacción contra el descarado intento de Evo Morales de perpetuarse en el poder en Bolivia. Concluyeron que la libertad está yendo relativamente mejor en esas tierras, y se marcharon cantando el clásico chileno de Francisco Flores del Campo y Los Huasos Quincheros, Qué bonita va.