Fue patente el esfuerzo de las huestes de Warren Sánchez para hacernos creer que el grueso de la población se verá beneficiada si los Presupuestos salen adelante.
Desde sus orígenes, la izquierda ha prometido el paraíso para la mayoría, solo con el coste del infierno para una minoría. Pero el socialismo jamás cumplió con sus promesas, y siempre castigó a las masas. Si analizamos los sablazos fiscales del proyecto de Presupuestos de este año, comprobaremos que los socialistas se aprestan nuevamente a quebrantar los derechos populares.
En algunos casos esto es clamoroso, como en el impuesto al diésel o el aumento de las cotizaciones de los autónomos, que empobrecerán a millones de trabajadores. Aquí el Gobierno y sus amigos recurren a una explicación asombrosa: admiten que sí, que es verdad, que subirán los impuestos a la clase trabajadora, pero añaden que será solo un poco. Pues un poco de reflexión basta para desmontar el argumento: si es una cosa mala, no hay que hacerla, y punto. No vale pretender que nos aplaudan aduciendo que no la hemos hecho a gran escala.
Esta falacia de la izquierda está asociada con otras dos, también muy utilizadas estos días. La primera es que en Europa pagan más impuestos, espectacular engañifa conforme a la cual se nos asegura seriamente que si las trabajadoras son más hostigadas fiscalmente en el exterior, entonces debemos copiar ese acoso aquí. La segunda es otro mantra que repitió la ministra Montero: “No podemos tener un Estado de bienestar de primera con ingresos de tercera”. El truco aquí es el empleo de la primera persona del plural, porque, evidentemente, cuando la ministra habla de “podemos” ignora el hecho crucial de la política, a saber, que es coactiva, impidiéndole a las mujeres elegir, no vaya a ser que igual prefieran un Estado más pequeño y unos impuestos más bajos.
Incluso en los tributos dirigidos teóricamente a los grandes y a los ricos, es más que dudoso que no incidan en el pueblo llano. Es el caso del impuesto a la banca o a las eléctricas, o la tasa Google o la tasa Tobin. Pensar que esos mayores gravámenes no se trasladarán a los ciudadanos es una osadía. En cuanto al castigo a quienes ganan más en el IRPF, aparte de incentivar la elusión, podrá traducirse, como en los demás impuestos, en menos inversión y menos empleo. Es absurdo sostener que se pueden subir los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas y que después los ciudadanos no experimentan perjuicio alguno.
La mentira socialista es habitualmente disfrazada con trucos varios. En esta oportunidad, Warren y su banda insisten en que las pymes pagarán menos en Sociedades, con la reducción del tipo del 25 % al 23 %. Para que nos demos una idea, esto equivaldrá a recaudar 260 millones menos, mientras que solo con la subida del impuesto al diésel el Estado recaudará 670 millones más.
Trilerismo fiscal, en suma.