Pauper Oikos escuchó a Calpurnia Vienta, la emperatriz de la corrección política, repetir su antiguo lamento:
— La democracia no avanzó como debía.
—Pues hay más democracia que nunca, gracias al derrumbe del comunismo.
—Precisamente —corrigió Calpurnia—. Pensamos que tras la caída del Muro de Berlín el sistema democrático se extendería por muchos países del mundo. Pero en Rusia volvió a instalarse un nuevo zar, llegaron los fracasos de las primaveras árabes, Europa comenzó a tener dudas sobre sí misma, la globalización inquietó a los ciudadanos, la crisis económica desestabilizó la sociedad del bienestar, y la incapacidad de los gobiernos para proteger los intereses de sus representados dio pábulo a la aparición de los populismos de ambos extremos.
—Los zares fueron mejores que los comunistas —sonrió el reportero de Actualidad Económica—. La globalización permitió que cientos de millones de personas dejaran atrás la pobreza extrema. Os inquietó a vosotros, políticos e intelectuales, siempre temerosos de la libertad, porque el liberalismo empezó a cuestionar vuestros dogmas y, de paso, vuestros chiringuitos institucionales y burocráticos, en España y en el exterior. No puedes desbarrar con eso de que los gobiernos no protegieron a sus súbditos, cuando lo que sucedió es que los crujieron a impuestos. Y la gente, por primera vez en décadas, protestó.
Calpurnia Vienta adoptó una severa postura imperial y proclamó:
—No es cierto. La democracia abandonó a sus ciudadanos, los dejó sin protección. Los ciudadanos también tuvieron que pagar con la austeridad la crisis de los bancos y del sistema neoliberal extremo. El populismo avanza porque el mundo de las clases trabajadoras ha sido destruido por el capitalismo corporativo, y los partidos de la izquierda parlamentaria deberían haberse preocupado por las vidas destrozadas por el capitalismo desbordado desde la desaparición de los estados comunistas que marcaban los límites. Los ideales igualitarios de la democracia han chocado con los neoliberales absolutistas de creación privada de la riqueza y con la cruel indiferencia de las corporaciones transnacionales. Es cuando los individuos desencantados se van separando del Estado-nación.
—Fantasías —protestó Pauper Oikos—. Ganan los populistas porque los votantes no se hartaron de las empresas sino del Estado y de vosotros, los políticamente correctos, que decís “poder compartido por todos” cuando sabéis que no es cierto, igual que sabéis que es falso eso del liberalismo extremo y el capitalismo desbordado. La izquierda no se ocupa de los destrozados por el capitalismo, porque el capitalismo no destroza, lo hace el socialismo, y, además, porque la izquierda aumentó el intervencionismo, alegando que era lo bueno. La gente no se tragó eso, como no se traga lo de que la izquierda va a proteger al individuo frente a cualquier agresión cuando no hace más que proponer y perpetrar más y más agresiones.
—Beware the Ides of March —sentenció Calpurnia con solemnidad.
—¿Será verdad? —preguntó el reportero.
—Seguro. Lo he visto en twitter.