Mi amigo, el periodista Mario Noya, me puso sobre la pista sobre unas declaraciones del psicólogo Cristóbal Colón Palasí que, junto con su mujer, Carme Jordà, se convirtieron en empresarios y se dedican a fabricar yogures en la Cataluña profunda. Montaron una cooperativa en 1982, de nombre La Fageda. Y los empleados fueron discapacitados psíquicos o enfermos mentales. La idea de Colón fue que se podían integrar en la economía local. Hoy la empresa tiene 300 trabajadores, e ingresos superiores a los 16 millones de euros anuales. El caso se estudia en las escuelas de negocio, y La Fageda es una empresa reputada en nuestro país.
Lo llamativo del caso es que esta aventura solidaria no quiere presentarse como una causa benéfica o social. Veamos lo que dice el señor Colón: “Queremos competir como cualquier otra marca…Nuestro mensaje tiene que ser que, aunque tenemos a personas con discapacidad, somos perfectamente capaces de hacer las cosas bien…el mundo de los negocios es un lugar estupendo para desarrollar la dignidad y habitar en él…yo quería que produjéramos algo de valor, no simplemente aportar trabajo barato para otros”.
Tenemos, por tanto, unas ideas bastante contrarias al pensamiento único antiliberal, que considera el trabajo como una relación casi servil con un empresario explotador, y el beneficio como un ingreso indigno o como mínimo sospechoso. No acompaña el señor Colón Palasí estas falacias en absoluto. Y, repito, no se trata solo de un emprendimiento social, que lo es como una catedral, porque ayuda a los pacientes y los convierte en trabajadores que llevan un sueldo a casa y dejan de ser una carga para el hogar.
La dignidad del trabajador no deriva solo del cobro de un dinero sino de la relación contractual del mercado. Todo lo que usted ha escuchado y leído sobre el mercado será matizada o abiertamente negativo, y sugerirá siempre actividades engañosas cuando no delictivas. Desde luego, jamás nadie le dirá que la compraventa tiene algo que ver con dignidad humana, al contrario, ya sabe usted que “mercancía”, y todo lo que tiene que ver con ella, es por necesidad innoble. Pero así defiende el cofundador de La Fageda el mercado libre: “Cuando la gente se mete la mano en el bolsillo y compra algo, automáticamente confiere valor al trabajo invertido en fabricar ese algo”.