Tras la huelga general del 29 de marzo de 2012, contra la reforma laboral de Rajoy, proclamó Ignacio Fernández Toxo, entonces líder de CC OO, en la Puerta del Sol: “La clase obrera ha vencido al piquete del miedo”. Pero el único miedo lo provocaron los piquetes “informativos”, clásica expresión del matonismo sindical. Hubo 176 detenidos y 116 heridos.
Ninguna clase obrera venció a nadie, porque la huelga fue un fracaso, a pesar de los intentos sindicales de impedir que las trabajadoras que querían trabajar pudieran hacerlo.
Los indicadores, desde el consumo de energía eléctrica hasta las cotizaciones a la Tesorería de la Seguridad Social, ratificaron que ese día la inmensa mayoría de los trabajadores volvieron a dar la espalda a los sindicatos. Por supuesto, hubo manifestaciones multitudinarias, pero no cabe olvidar que en España había entonces unos 330.000 delegados sindicales. Según la Seguridad Social, apenas el 5 % de los trabajadores apoyaron la huelga ese día. Por lo tanto, ni “clase obrera” ni gaitas. Sólo hubo un seguimiento apreciable en el País Vasco pero allí, hablando de miedo de verdad, los sindicatos nacionalistas cuenta con piquetes de Batasuna, no sé si está claro.
También fue mentira el lema de la huelga: “Quieren acabar con todo, con los derechos laborales y sociales”. Se acusó mil veces a Rajoy de “desmantelar el Estado de bienestar” con sus “recortes”, y mil veces fue mentira.
También lo fue la predicción apocalíptica sindical: “La sociedad ha dicho no a una reforma que conduce a los seis millones de parados”. El empleo empezó a crecer poco después. Y el objetivo sindical, a saber, eliminar la reforma laboral y volver a un régimen más rígido y más generador de paro, no se logró entonces. Gracias a Sánchez, Iglesias, y demás enemigos de las trabajadoras, igual ahora sí lo consiguen.