El acuerdo presupuestario entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puede ser un paripé o no. Mi conjetura es que en cualquiera de los dos casos ellos ganan, y por eso lo han firmado.
Supongamos que es pura hipocresía, y que no se concreta. En tal circunstancia los firmantes podrán sacar pecho y alegar que ellos han hecho lo que han podido, echándole la culpa del fiasco a la intransigencia de quienes hayan cerrado la puerta a la aprobación de unas cuentas tan progresistas. Si estos Presupuestos son finalmente aprobados, se felicitarán por haber contribuido a sacar adelante unos PGE que por fin dibujan un nuevo amanecer de la justicia social en España.
En cualquiera de los casos será todo mentira, pero Sánchez e Iglesias lograrán sus objetivos. El presidente se quedará en el Palacio de la Moncloa para preparar desde allí lo que realmente le interesa, a saber, aprovechar esa privilegiada posición para obtener un buen resultado en las próximas elecciones generales, que serán cuanto más tarde, mejor, salvo que haya un cataclismo económico considerable, o un escándalo inapelable.
Pablo Iglesias habrá conseguido dar una imagen de estadista —hasta se puso chaqueta ayer en la Moncloa— y de ser el único capaz de disputarle la izquierda al PSOE, un partido flojo y corrupto al que ahora deben apoyar porque, qué le vamos a hacer, camaradas, lo demás que queda por ahí es la extrema, extrema, extremísima derecha, que diría la inefable ministra de Justicia.
Los dos políticos, de esta forma, habrán cubierto todo el espectro de la izquierda, y podrán mirar al futuro con mejores expectativas que las que tendrían hoy si no hubiesen arribado a ningún acuerdo.
Dirá usted: puede que esto convenga a socialistas y populistas/comunistas, pero el acuerdo en sí es un disparate que no le conviene a España. Pero me temo que aquí no se trata de lo que le conviene a la nación. De hecho, cabría incluso sospechar que ambos dirigentes no pueden ignorar que lo que han propuesto es dañino para las trabajadoras. Es más: si lo ignoran, entonces estamos ante individuos incluso más peligrosos de lo que parecen. Y lo parecen bastante.
En efecto, se me hace muy cuesta arriba asumir que Sánchez e Iglesias no intuyan que la subida de impuestos que proponen será pagada en última instancia por la mujer trabajadora: una somera noción de la teoría de la incidencia fiscal basta para percibirlo. Es difícil que no comprendan que con este Presupuesto la mayoría de las trabajadoras autónomas será aún más castigada que en la actualidad, y que la demagógica subida del salario mínimo será nociva para el empleo de las trabajadoras más jóvenes y con menos preparación. Todo va a conspirar contra las mujeres que trabajan y ahorran, incluyendo en un lugar destacado la derogación de la reforma laboral, que tornará aún más precaria la situación de las empresarias menos competitivas, que se verán forzadas a reducir mucho más su plantilla o directamente a cerrar cuando vengan mal dadas. Que vendrán.
Por lo tanto, es arduo pensar que los líderes de la izquierda realmente estén convencidos de que lo que han aprobado es beneficioso para el pueblo. Pero incluso si lo piensan, porque las nubes de la ideología ciegan las mentes más diestras, la próxima crisis no les pillará con la guardia baja, por dos motivos. El primero es un clásico: le echarán la culpa al exterior. Incluso podrán llegar antes al glorioso dislate de Rodríguez Zapatero, que en 2007 aseguró: “la crisis no va a afectar a España”. Una variante interna de esta argucia es echarse la culpa mutuamente, algo también muy socorrido: los socialistas dirán que no pudieron aplicar una política más sensata por la presión de los ultras de Podemos, y éstos se defenderán sosteniendo que con socialdemócratas pusilánimes no se puede tomar el cielo por asalto.
El segundo motivo por el que la crisis no causará daño a este FPL (Frente Popular Light) de nuestros dolores, es que, si tienen suerte, sus consecuencias más devastadoras no llegarán antes de dos años. En ese período, las medidas más reaccionarias incluidas en el acuerdo firmado ayer no habrán tenido su pleno impacto perjudicial sobre las trabajadoras, e incluso podrán disimularse entre las ondas recesivas que llegarán del exterior. Y, sobre todo, las elecciones habrán arrojado un resultado mejor para socialistas y podemitas, que podrán seguir firmando acuerdos progresistas en la Moncloa, esta vez para reparar el daño que ellos mismos habrán causado a las españolas.
En fin, el que no se consuela es porque no quiere. Todo puede salirles mal a ellos y bien al país. No me dirá usted que no sería un bello sarcasmo si el plan del FPL se va al garete porque los nacionalistas catalanes no lo secundan y brindan así un gran servicio a España.
Mi admirado profesor, su articulo, como siempre muy agudo y preciso, pero por una vez no estoy totalmente de acuerdo, concretamente mi desacuerdo está con su estimación de tiempo, pues no es que haya que esperar dos años para que la economía empeore, sino que hace ya algunas semanas que la economía se ha ralentizado, esto es un hecho incontrovertible, en mi entorno, el mundo inmobiliario, ya se nota el «parón» y piense que aun no han entrado en vigor los PGE. Así que ha sido usted un optimista, esto se va al garete pronto, esperemos los próximos datos sobre el paro, contratación y bajas de autónomas. Como decimos los Liberales «La izquierda quiere tanto a los pobres que los multiplican». La simple subida del SMI echará del mercado de trabajo a cientos de miles de jóvenes y de las capas mas pobres y menos preparadas de la sociedad.
Es posible, no estoy seguro. Pero el cálculo que hace la coalición pseudoprogresista que nos gobierna es que no va a ser tan rápido como para desbaratar sus posibilidades de obtener mejores resultados electorales que antes.