Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, en realidad tiene casi todas, porque hay una que no es capaz de dar. Se trata de la respuesta a la pregunta: ¿cuánto nos va a costar?
Este es un antiguo problema del socialismo en todas sus variantes, desde la apacible socialdemocracia recaudadora hasta el carnívoro comunismo criminal. Nunca los socialistas nos hablan de sus costes: sólo insisten en la bondad de sus objetivos.
Dejando aparte la grave cuestión del independentismo, pondré tres ejemplos en los que la sonrisa de Sánchez puede helarse en nuestra convivencia y nuestras carteras.
El primero es su actitud con el barco Aquarius, que es un ejemplo paradigmático de querer contentar a todo el mundo al mismo tiempo. La izquierda está encantada porque esto ratifica que ella sí que defiende los derechos humanos, no como la casposa derecha; Sánchez se apunta el tanto sentimentaloide, y arrebata terreno a la demagogia aún más escandalosa de Podemos. Al mismo tiempo, manda a Borrell a que aclare enfáticamente que la acogida en Valencia es una excepción, y no la regla. Los africanos no le creerán, claro. Informó ayer la prensa que la llegada de inmigrantes por mar a Italia ha caído un 80 %, mientras que a España se ha duplicado. Pero la culpa será de Europa.
El segundo ejemplo está reflejado en otro titular: “el Gobierno promete más ambición contra el cambio climático”. El mundo de la energía está expectante a ver qué se les ocurre esta vez a los genios verdes progresistas. Pero la prensa económica ya lo advirtió ayer: todo este juego ecologista se va a traducir en que las mujeres pagarán la luz más cara.
El tercer ejemplo lo dio la señora vicepresidenta en “El País”, repitiendo la receta mágica de Warren Sánchez para conseguir dinero: “impuesto a la banca y a las transacciones financieras”. Eso sí, se insiste en que los socialistas jamás subirán los impuestos a las trabajadoras y a la clase media. Nuevamente, los socialistas hurtan a las mujeres una información esencial, porque nunca les dicen cuánto van a tener que pagar para gozar de la ilimitada solidaridad progresista.
Ahora bien, en el caso de los impuestos contamos con una información adicional, y es que sabemos que Sánchez y sus secuaces mienten. Es imposible que un impuesto a la banca recaiga exclusivamente en un puñado de asquerosos banqueros. Lo que sucederá es que se trasladará su impacto a la actividad bancaria, con efectos perjudiciales para el empleo y los salarios de las trabajadoras de banca; asimismo, a través de la reducción de los beneficios bancarios, perjudicará a millones de mujeres que invierten y ahorran en fondos de inversión y de pensiones que han adquirido acciones de la banca.
Otro tanto sucede con el púdicamente denominado impuesto a “las transacciones financieras”. Como es evidente, ese impuesto se trasladará a la multitud de mujeres que realizan esas transacciones, porque Sánchez las obligará a pagar todavía más de lo que ya pagan, las pobres.