El chiste es casi tan antiguo como Caín. Un escorpión le pide a una rana que lo cruce al otro lado del río. Ella desconfía, pero él la convence alegando que no le hará nada malo, porque si en el trayecto le clava su aguijón, él también se irá al fondo y morirá. La rana acepta, y en la mitad del trayecto el escorpión efectivamente la pincha y ambos se hunden. Ante la incredulidad de la rana, estupefacta porque el otro la ha envenenado, pero a la vez se ha suicidado, él responde: “Es que soy un escorpión”.
Tras el bochornoso espectáculo al que hemos asistido la semana pasada, el PP ha dado una señal, sugiriendo que si los demás son escorpiones, él también puede serlo. Así, la vicesecretaria de Estudios y Programas del partido, Andrea Levy, ha advertido que una ventaja política con que cuenta el PP, su mayoría en el Senado, se hará valer mediante la introducción de enmiendas “oportunas” en los Presupuestos Generales del Estado, que se debatirán mañana martes. Declaró la señora Ley: “el Grupo Popular introducirá aquellas enmiendas que crea mejor en el texto”, subrayando a continuación que el suyo es un partido “serio, responsable y comprometido con el futuro de España”.
La traición de los nacionalistas vascos, y el gobierno Frankenstein al cual su mentira ha contribuido a engendrar, daría lugar así a la siguiente ceremonia de la confusión.
Por un lado, Pedro Sánchez, para satisfacer al PNV, se comprometió a mantener los Presupuestos del PP, a los que calificó como la mayor desgracia que podía padecer del pueblo español —lógicamente, eran unos presupuestos perversos porque no subían aún más el gasto público y por consiguiente los impuestos sobre las trabajadoras, que es algo que todo buen socialista ambiciona, no vaya a ser que quieran prosperar, ahorrar y ser soberanas e independientes.
Y ahora, por otro lado, el PP advierte que esos presupuestos, que eran hace pocas horas exactamente los que España necesitaba, podrán ser enmendado en el Senado, de forma tal que el PNV pierda los beneficios que consiguió a cambio de apoyarlos en el Congreso —no se ha hablado de Canarias, pero habrá que verlo.
La indignación de la derecha ante la vileza de los nacionalistas vascos es comprensible. Pero la cuestión de fondo es: ¿gana el PP probando ser un escorpión tan mentiroso como los demás? Rápidamente, esos otros han señalado que las posibles enmiendas de los populares “ponen en peligro” muchas cosas bonitas, porque el gasto público siempre es analizado desde el punto de vista de quienes lo cobran, mientras los sufridos que lo pagan son sistemáticamente olvidados. Así, se habló de los trenes, de la energía eléctrica, de los puertos, etc.
En el PP saben que los nacionalistas, y ahora la incoherente fauna que conforman los socios del presidente Warren Sánchez, el hombre que tienen todas las respuestas, pondrán el grito en el cielo y exigirán que las partidas destinadas al País Vasco sean respetadas “por un mínimo de responsabilidad”, como proclamó el portavoz del Partido Socialista de Euskadi, José Antonio Pastor, sin reírse ni nada. Pero los de la derecha replican: “se siente”, como dicen ahora los jóvenes, y que lo malo será culpa de quienes primero apoyaron al PP y después firmaron arteramente la moción de censura. Aclaran en el PP que la decisión de jugar, como todos, a los escorpiones, no está tomada. Cabe saludar su dinamismo contra los enemigos de la libertad y los derechos de los ciudadanos. Podrían haber empezado antes, la verdad.