Los censores se han hecho cargo de los ascensores, y ordenan quién sube y quien baja. Ahora, veamos.
Pedro Sánchez padece defectos —que los ciudadanos sufriremos—, pero ha probado tener resistencia y destreza. La primera cualidad lo ayudó a sobrellevar los contratiempos que ha sufrido en su carrera. Y la segunda le permitió realizar una compleja jugada a varias bandas en la que ha triunfado porque, siendo un político que se relaciona con otros políticos, sabía que todos promueven su propio interés, y que para hacerlo no tienen ningún escrúpulo en violentar cualquier principio o norma. Verbigracia: decir hoy una cosa y mañana la contraria, o convertir la fidelidad de un día en la traición del otro, o incurrir en cualquier tipo de contradicción.
El propio discurso de Sánchez no fue flojo porque el líder socialista sea imbécil, sino porque no podía hacer otra cosa. Como tantas veces sucede en política, cuando la cuestión se pone complicada, hay que mentir, como dijo ese paradigma del cinismo europeo, Jean-Claude Juncker.
Y así actuó Pedro Sánchez, repitiendo una y otra vez que es un político dialogante y moderado, cuando pacta con los radicales de Podemos, que ya le han propuesto un Frente Popular; y afirmando que el suyo es un proyecto común para España ajustado plenamente a la Constitución, mientras que se ganaba el apoyo de quienes quieren romper la primera y saltarse la segunda.
Está por ver cómo esta maniobra funciona para el PSOE, y el PP habrá de revisar por qué no ha funcionado lo suyo. Entre las razones que se han dado no he visto destacada la siguiente: en política es peligroso abofetear a los tuyos. Y el PP en general, y Mariano Rajoy en particular, emprendieron esa arriesgada estrategia en al menos dos ámbitos de la máxima importancia. Uno fue la cuestión catalana, donde la actitud más firme de Ciudadanos acabó convirtiendo al PP en un partido sin grupo propio en el Parlament. Y el otro fue la Hacienda Pública, donde Mariano Rajoy también perdió una multitud de votantes fieles crujiéndolos con más y más impuestos.
Ya está Pedro Sánchez manejando los botones de los ascensores. Tampoco lo tendrá fácil, entre otros motivos por la cantidad y variedad de censores que lo han hecho presidente del Gobierno y que también desean subir.
Rajoy ha caído porque Pedro Sánchez ha impuesto en el PSOE su punto de vista, a saber, que él es mejor que Rajoy,lo apoye quien lo apoye. Y porque el PNV decidió tras recoger las nueces volver a varear el nogal. Rajoy habría caído igual de no cometer errores. Incluso sin la sentencia de la Gürtel, algún pretexto habría encontrado el lobo.