Se anuncia una huelga de mujeres para el 8 de marzo. El manifiesto convocante es una manifiesta joya. Una manifiesta anticapitalista.
Es clara la descarada politización de la causa feminista. No se trata de defender a las mujeres, sino a “las que trajeron la Segunda República, las que lucharon en la Guerra Civil, las que combatieron al colonialismo y las que fueron parte las luchas anti-imperialistas”. Las demás mujeres, que se opusieron al comunismo, por ejemplo, esas no cuentan.
Sigue el manifiesto: “Llamamos a la rebeldía y a la lucha ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas”. Como sabe cualquiera, en el anticapitalismo las mujeres nunca son obligadas a ser dóciles, sumisas y calladas.
Pero aquí parece que nada importa: “Gritamos bien fuerte contra el neoliberalismo salvaje que se impone como pensamiento único a nivel mundial y que destroza nuestro planeta y nuestras vidas”. Como es evidente, el socialismo real nunca fue nada “salvaje”, jamás impuso su pensamiento allí donde gobernó, y, por supuesto, cuidó con delicadeza el medio ambiente, desde Chernobyl hasta el Mar de Aral.
Eso sí, son pacifistas: “¡No a las guerras y a la fabricación de material bélico! Las guerras son producto y extensión del patriarcado y del capitalismo para el control de los territorios y de las personas”. El no capitalismo, como es sabido, jamás emprendió guerra alguna, jamás controló ningún territorio ni muchos menos a las personas.
Son tan celosas de la femineidad que no quieren que ninguna mujer haga publicidad de nada, “¡Basta de ser utilizadas como reclamo!”. Naturalmente, les importan un comino las trabajadoras cuyo empleo es la publicidad.
Protestan contra los “recortes presupuestarios”. Es decir, quieren más y más gasto público, y más pensiones, sin que les importe nada, por supuesto, el castigo fiscal que ello necesariamente comportará para las mujeres que trabajan y cotizan. Incluso claman, igual que los fascistas, por la “soberanía alimentaria”. Es decir, quieren obligar a las mujeres a que paguen más por sus alimentos, y quieren atacar a las mujeres agricultoras de los países pobres. Puro progresismo, vamos.
No todas las mujeres se tragan esta basura. Algunas de ellas, como Patricia Reyes, de Ciudadanos, refutaron el camelo, y aseguraron ser feministas, pero no comunistas. Otras desvelaron el truco de quienes claman contra la violencia de género pero tienen realmente pánico a la libertad. Es lo que odian, aunque lo llamen “heteropatriarcado capitalista”.
Muchas gracias por la información. He leído en los períódicos lo de la huelga, y las resistencias que está encontrando, pero no tenía idea del delirante manifiesto. Y muchas gracias, también, por los comentarios, que otros no nos atrevemos a hacer.
En Noruega también estuvieron repartiendo volantes rojos el sábado, contra la «opresión» de las mujeres. En uno de los países más igualitarios que se puede encontrar.
De hecho, hasta hace poco los comunistas tenían su local en Stavanger, con la imagen de todos sus ídolos: Marx, Lenin, incluso Stalin. Hace un par de años cerró, porque a nadie le interesaba. E insisten en participar en la vida política.
Lo que pasa es que los comunistas ya no encuentran en que palo ahorcarse, y son capaces de adherirse a cualquier noble causa con la que disparar al liberalismo.