Este titular entrecomillado de El País atrajo mi atención: “La política social es el mejor remedio contra el populismo”. Se trataba de una entrevista de Lucía Abellán con el socialdemócrata holandés Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea.
En el texto de la entrevista, don Frans se explayaba: “Por eso digo que las políticas sociales —cuidados infantiles, sanidad…— son el mejor remedio contra los populismos. Los nacionalistas, los populistas… necesitan enemigos. No les demos excusas para considerarnos a nosotros. Pero tampoco nos rindamos.”
Este camelo es una variante de otro muy antiguo que sostenía que el gasto público era el mejor remedio contra el socialismo. Muchos conservadores cayeron en esta trampa de creer que para salvar al capitalismo del socialismo la solución es…socializarlo. Entregaron así las armas al enemigo, como si el socialismo fuera una amenaza para los capitalistas y no para los trabajadores.
La idea de que los trabajadores descontentos y explotados por el capitalismo hacen la revolución e imponen el socialismo es una fabulosa mentira: nunca en la historia del socialismo sucedió tal cosa, nunca fueron los trabajadores los líderes revolucionarios, sino los señoritos, desde Lenin al Ché Guevara, pasando por Mao, Pol Pot, y muchos más. No es el pueblo el que ahora mismo está imponiendo el socialismo en Venezuela para evitar la pobreza y la explotación, sino la casta del poder la que está imponiendo la explotación y la pobreza, es decir, el socialismo.
La misma falacia late en el razonamiento del señor Timmermans. Es evidente que el mayor gasto público no remedia el populismo, que ha florecido en países donde el gasto público ha aumentado muchísimo: pensemos tan solo en cómo ha crecido el gasto en la sanidad pública en España al mismo tiempo que se producía el auge de Pablo Iglesias y sus secuaces de la casta de Podemos.