La forma en que retratamos la realidad puede ser políticamente correcta o no. A veces las dos miradas aparecen al mismo tiempo, y el resultado es grato, como pude comprobar en un reportaje de XL Semanal, anunciado en portada con textos que no dejaban lugar a dudas sobre su enfoque: “La isla de los tormentos. Viajamos a los islotes de Perú donde se recoge en condiciones extremas el guano, un excremento de ave usado como fertilizante orgánico”. El pie de una bella foto de Álvaro Ybarra Zavala decía: “Uno de los recolectores de guano en isla Asia, donde, además de soportar un terrible olor, padecen la tortura del polvo”.
Ya en páginas interiores el reportaje de Fernando Goitia refulgía de pensamiento convencional. Envueltos en un “hedor irrespirable”, los trabajadores del terrible guano, “trasfondo de dos guerras”, trabajan larguísimas jornadas “a una milla de distancia de una de las zonas de veraneo favoritas de las clases altas peruanas”. Y todo parece que sigue esa línea habitual del pensamiento único anticapitalista. Se nos informa de que los trabajadores son “creadores de riqueza…ajena”, y uno de ellos declara: “Aquí nos hacen trabajar como esclavos, no les importamos nada, nos tratan como animales. Nunca pensé que esto sería así”. Y añade: “Ya sé que mis hijos acabarán como yo, porque en este país las cosas nunca cambian para las familias como la mía”.
Pues ya está, dirá usted, otro reportaje anticapitalista, que subraya la explotación del pobre, la contaminación, y la imposibilidad de que los trabajadores mejoren su suerte bajo un sistema cruel e injusto. Para colmo, aparece la inevitable Oxfam, que destaca la tremenda “desigualdad” y el “estancamiento” de las condiciones laborales…y aprovecha para lamentar que no se suban más los impuestos.
Y, sin embargo, entre tanto humo convencional, de pronto brillan luces distintas. Por un lado resulta que los héroes ecologistas tienen que ver con todo esto, porque se nos informa que ha habido en años recientes un auge del guano motivado por…la agricultura ecológica. Una muestra más de la complejidad de los fenómenos sociales, y de cómo el supuesto progresismo ecologista produce consecuencias que desde luego molestarían a sus partidarios, como la gran expansión en la demanda de guano.
Por otro lado, hay un trabajador que se queja de que en Perú “unos tienen tanto y otros tan poco”, pero que al mismo tiempo da otra versión distinta de la convencional, que asegura que los pobres nunca mejoran. Dice: “Vengo de una familia muy humilde. He tenido la suerte de poder estudiar lo básico, pero quiero ser arquitecto. Y lo voy a lograr. Aquí, a diferencia de otros trabajos igual de duros, nos dan tres comidas, una cama y no pagan mal”. Lo ratifica el texto: “Unos 400 euros al mes, más del triple de lo que cobraría en cualquier empleo en el empobrecido departamento de Áncash”.