Los catalanes votaron ayer en las cuartas elecciones autonómicas en apenas siete años. Esperemos que tan clara señal de anormalidad no vaya a perdurar.
Como es patente, sería absurdo pensar que el nacionalismo podría quedar apreciablemente debilitado en Cataluña después de estas elecciones. En consecuencia, los escenarios han de partir de algo parecido al célebre dinosaurio de Monterroso, que está siempre allí al despertar, o al día de la marmota, que se repite sin cesar. La esperanza reside en que el dinosaurio pueda reducir su tamaño y aliviar la amenaza que representa, o que el día de la marmota sea más apacible que el anterior, aunque su contenido en el fondo no cambie. La desesperanza se abriría si el dinosaurio crece aún más, y la jornada de la roedora incrementa su hostilidad. A esto se refería Albert Rivera, cuando declaró: “Que nadie se quede en casa, si ganan los mismos volveremos a lo mismo”.
Eso “mismo”, ese fenómeno político perdurable, es a lo que hacía referencia José Ortega y Gasset en 1932 cuando habló de “conllevar” al nacionalismo. Su discurso tiene interés también para el tiempo que se abre en España y en Cataluña a partir de hoy. Dijo entonces el filósofo: “el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles…el problema catalán…es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, sólo se puede conllevar”.
Echando la vista atrás, es notable la cantidad de cosas que han pasado en tan poco tiempo. ¿No le parece a usted que el discurso del Rey o la gran manifestación del 8 de octubre tuvieron lugar hace mucho?
La formación de un nuevo Gobierno de la Generalitat será, como era de prever, complicada. Quizá habría sido mejor el panorama si desde Madrid no se hubieran cometido errores, como dejar los medios públicos de comunicación en manos de los independentistas, o no se hubiese permitido a estos campar realmente a sus anchas, incluido Puigdemont desde Bruselas.
Hay muchas opciones abiertas, y los encajes de bolillos no serán fáciles, en especial por parte de una izquierda que no termina de parecer fiable en ninguna de sus variantes. Mientras esperamos el desenlace, termino con una doble conclusión. La primera es recordar el significado de conllevar: “Sufrir, soportar las impertinencias o el genio de alguien”. Y la segunda es esperar que, si es inevitable que el independentismo siga, no lo es que lo haga el procés.