Espuela de Plata publicó un librito de Honoré de Balzac: El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo, con ilustraciones de su tocayo y amigo, Honoré Daumier, y escrito en colaboración con otro amigo: Émile Marco de Saint-Hilaire. Original de 1827, nunca fue reeditado en Francia y estaba inédito en español. Como recordó Fernando Iwasaki, el texto no fue incluido en sus Obras Completas por “inmoral, inapropiado e inmaduro”. No lo es, empero.
El profesor Francisco Cabrillo, amigo y compañero de estas páginas de EXPANSIÓN, dice: “Balzac describe la vida social como la ve; y el mundo de los negocios aparece más como el medio en el que sus personajes se mueven que como un conjunto de instituciones que merezcan una condena desde el punto de vista moral. Muchos de sus personajes fracasan, ciertamente; pero otros, y no sólo aquellos que carecen de escrúpulos, logran el éxito social y económico” (F. Cabrillo, “La quiebra como tema literario: Balzac ante el Tribunal de Comercio”, en L. Perdices de Blas y M. Santos Redondo, Economía y Literatura, Ecobook, 2006). Y fue un autor que ganó mucho, pero también gastó demasiado, y “durante la mayor parte de su vida, debió dinero a mucha gente”.
L’art de payer ses dettes et de satisfaire ses créanciers sans débourser un sou está supuestamente basada en textos de un tío del autor siempre endeudado pero que se negó siempre a pagar lo que debía: le parecía una bajeza. “Devolverle su dinero a un acreedor, eso, significa: hacer de él una estatua sin vida, paralizar sus actividades, matar el comercio”.
Pero Balzac no invita a endeudarse sin tino y a no pagar, sino que presenta una visión cínica del endeudamiento, cuya justificación resultará endeble para cualquiera que capte su ironía: “Es bien sabido que en Francia, y especialmente en París, existe una cantidad incalculable de individuos a quienes la sociedad no debe nada, puesto que ellos no hacen nada por la sociedad, pero quienes aun así estiman que tienen el derecho de obtener todo tipo de contribuciones de sus conciudadanos, basándose en una única y obvia razón: que ‘unos tienen demasiado, y otros ni siquiera lo suficiente’”.
No pudo pensar esto Balzac, ni nadie: “¡Lo que otro tiene en el bolsillo estaría mucho mejor en el mío!…¡Lárgate para que pueda sentarme yo en tu puesto!…En pocas palabras, este es el principio básico de toda moral”.
Se dirá que este libro es la primera versión de otro que Balzac ofreció a un editor, recibiendo 200 francos de adelanto por un original que nunca entregó. Pero también queda claro quiénes cumplen y no terminan en la prisión por deudas: “Los seres más escasos en Sainte-Pélagie son el comerciante y el gendarme”.