Guillermo Beckmann, viejo amigo y compañero de pupitre en el colegio Cardenal Newman de Buenos Aires, me regaló un libro de dos consultores políticos ecuatorianos que han tenido grandes éxitos, como en su asesoramiento a Mauricio Macri. Se trata de: Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, La política en el siglo XXI. Arte, mito o ciencia, Buenos Aires, Debate, 2017.
Los matices en las estrategias políticas resultan llamativos. Por ejemplo, uno diría que la corrupción siempre perjudica al corrupto, con lo que el no corrupto debe jalearla sin cesar. No está claro, empero. El escándalo de las Madres de Plaza de Mayo, descubiertas en un asunto inmobiliario más que sospechoso, estalló en plena campaña por la reelección de Cristina Kirchner en 2011. “Los medios de comunicación dieron un gran espacio al tema, hubo decenas de portadas de los principales diarios con titulares lapidarios, pero ninguna encuesta registró que esto hubiera hecho daño a la presidenta…la mayoría de la población decía en los estudios cualitativos que había corrupción en el gobierno. La idea estaba asentada tanto entre los enemigos del kirchnerismo como entre sus partidarios. De hecho, casi la mitad de quienes respaldan a Cristina Kirchner creen que cometió irregularidades y que eso fue necesario para que una persona pobre pueda hacer política”.
Su tesis es que esas circunstancias, el que Macri insistiera con la corrupción no era políticamente rentable. Al final, la enorme corrupción populista caló entre los argentinos por una historia rocambolesca del kirchnerista José López, y sus bolsas con millones de dólares entregadas a unas extrañas monjas en un extraño convento: “Ningún discurso de Macri pudo ser más eficiente para comunicar la corrupción del gobierno kirchnerista que la escena que armó José López”.
Los autores también analizan las etiquetas y los prejuicios: “Está demonizado ser un neoliberal, aunque teóricamente no se ve por qué es peor que ser un liberal anticuado”. Y es maravillosa esta anécdota de una campaña de Macri: “se le acercó el dueño de un kiosco de revistas y le dijo que le gustaría votar por él, pero temía que le privatizaran su negocio. Cuando el candidato le hizo reflexionar acerca de que si el kiosco era suyo entonces ya estaba privatizado, el revistero lo pensó un momento, señaló que de todas formas podían privatizarlo de alguna manera y pidió que Mauricio jurara que no lo iba a hacer”.
Los autores sostienen que en la nueva política no valen los métodos antiguos, porque la gente es diferente, es más lista y libre. Por eso reclaman una ciencia política que “piense de nuevo en lo público a partir de la gran revolución que se dio en el campo de lo privado”.