Ante la segunda vuelta de las últimas elecciones francesas, el pensador esloveno Slavoj Žižek escribió en El Mundo un artículo titulado: “Contra el chantaje liberal”.
Rechazaba la recomendación de votar a Macron ante el peligro de Le Pen, e invitaba a la abstención: “deberíamos reunir el coraje suficiente y simplemente no votar”. En vez de ello, recomendaba retirarse a pensar en cómo reconstruir una izquierda de capa caída en Francia y muchos otros países. “¿Qué visión puede ofrecer aún la izquierda que sea suficientemente fuerte para movilizar a la gente? No deberíamos olvidar nunca que la gran razón por la que estamos atrapados en el círculo vicioso de Le Pen y Macron es la desaparición de una alternativa de izquierdas viable.”
Allí reside, pues, el chantaje que denuncia el filósofo, y que según él es liberal porque el liberalismo de alguna forma enlazaba a ambos candidatos: “Sí, Macron es pro-europeo, pero ¿qué tipo de Europa personifica? La misma Europa cuyo fracaso alimenta el populismo de Le Pen, ¡la Europa anónima al servicio del neoliberalismo!”.
Esto es lo que está realmente mal en el razonamiento de Slavoj Žižek, porque identificar a Europa con algo que se parezca al liberalismo es distorsionar la realidad, no porque la visión predominante en la UE sea el intervencionismo microeconómico sino porque lo es el macroeconómico. Así, los políticos europeos no están en general a favor de cerrar los mercados de los países miembros hacia un proteccionismo autárquico, y en ese sentido son liberales, o liberales micro, pero al mismo tiempo todos defienden unos onerosos y redistribuidores Estados de bienestar, financiados mediante los impuestos más elevados del planeta, es decir, son profundamente antiliberales.
Esto no es casualidad, y obedece a que no predominan los principios liberales sino el oportunismo político que rastrea la opinión pública en busca de nociones que puedan ser populares, o dejar de serlo, y que en ese recorrido se convertirán en banderas que serán convenientemente izadas y arriadas cuando la ocasión lo aconseje. Esto explica por qué las consignas políticas se generalizan tan rápidamente, y por qué rara vez son liberales.
Ahora bien, aunque Žižek yerra al hablar de chantaje liberal, acierta en que hay chantaje, claro que lo hay. Es más, lo suele haber casi siempre, con los mensajes alarmistas que auguran el apocalipsis si gana el otro. En España hemos vividos varias elecciones en donde los candidatos sugería o decían abiertamente que las pensiones públicas no estarían seguras si ganaban otros; la existencia de Podemos opera también como un chantaje para que el PP recupere votos mediante el miedo, etc.
Y, naturalmente, tiene razón Žižek cuando sostiene que no hay alternativa viable de izquierdas en Francia. Pero allí, como aquí, deberían pensar los izquierdistas en que la causa de ese desasosiego estriba en que la derecha se ha quedado con sus banderas. Y no son liberales, claro que no.