Una antigua imagen, muchas veces reproducida, muestra a un modesto trabajador, ya de cierta edad, con una pancarta que dice: “Abajo el impuesto al pan”.
La causa liberal, estigmatizada en nuestro tiempo como injusta defensa de los privilegios de los ricos, es en realidad la causa de los pobres. Y el libre comercio no fue bandera de minorías sino de mayorías, y no fue de aristócratas sino de trabajadores y empresarios. La idea que subyacía a esta defensa popular es que nadie tiene derecho a quebrantar la propiedad privada y los contratos voluntarios de los ciudadanos.
El movimiento librecambista decimonónico, articulado en torno a la lucha contra el proteccionismo de las Leyes del Cereal inglesas, y de otras medidas proteccionistas en otros países de Europa, atrajo a multitudes, y suscitó apoyos entre políticos, intelectuales y medios de comunicación. Uno muy famoso, The Economist, nació en 1843 al calor de esos debates, y lo hizo específicamente para sostener el comercio libre. Muchos socialistas, por cierto, compartían la idea, porque comprendían que el mercado libre abarataba los bienes y mejoraba las condiciones de vida de los trabajadores.
Sin embargo, y como casi siempre, las ideas iban y venían mezcladas, y junto a las liberales se pegaron las antiliberales, entre ellas la consigna de que las personas no podían legar libremente sus bienes a sus descendientes, sino que eso debía impedirse mediante onerosos Impuestos de Sucesiones. Y así empezó una carrera que fue bastante previsible: cuando más subían esos impuestos, menos se recaudaba, porque las personas procuraban buscar otras vías para hacer algo que todos deseamos: dejar algo en herencia a nuestros hijos.
Finalmente, en varios países el gravamen fue suprimido. En España, algunas autonomías lo mantienen y otras no. Lo interesante, y lo que me ha hecho recordar el cuadro de No bread tax, es el reciente movimiento popular en nuestro país en contra de ese impuesto. Se han producido manifestaciones callejeras, recogida de firmas y otras movilizaciones, incluida la difusión en las redes sociales. Han sido muy destacadas en Aragón, Asturias y Andalucía, por ejemplo.
Los políticos reaccionarios de izquierdas y derechas se han visto sorprendidos, y han intentado justificar la usurpación con las falacias habituales de la “justicia”, como si los bienes legados no hubieran soportado fiscalidad alguna en el pasado, o con las mentiras usuales de que “sólo lo pagan unos pocos”, lo que es contradictorio con los muchos indignados.
Saludo a quienes protestan: tienen todo mi apoyo frente a los ruines y envidiosos enemigos del pueblo. Y evoco nostálgico a Ebenezer Elliott (1781-1849), un empresario y poeta inglés que contó con gran apoyo y simpatía en el movimiento obrero, que defendió el libre mercado y que dejó escrito: “Estaba el demonio despierto y sentado/barruntando cómo enviar más almas al infierno/cuando por fin dio un salto y exclamó/¡un impuesto al pan, eso es!/para empobrecer al rico, atracando al pobre/para hipotecar el prado, robando el brezal”.