Alfonso Ussía dedicó un artículo en nuestro periódico hace un tiempo a Los colaus, y así me enteré de la propuesta de la alcaldesa de Barcelona de emitir moneda. Buceando en la prensa observé que el proyecto no es exclusivo de Barcelona, y no todo el mundo abrigaba ante él los sanos recelos de nuestro primer columnista.
Por ejemplo, El País no cupo en sí de gozo: “Una moneda local para estimular la economía. Ada Colau y Núria Parlón lanzan iniciativas de moneda virtual siguiendo los pasos de Bristol, Nantes y otras ciudades”. Efectivamente, se sumaba la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, y el asunto tenía una carga política evidente, como reveló el primer teniente de alcalde barcelonés, Gerardo Pisarello: “el objetivo del plan es mostrar que hay alternativas a las políticas económicas neoliberales y que hay espacio para otra economía más innovadora y plural, con un sector público reforzado, unas empresas mercantiles más responsables y una Economía Social y Solidaria que no se base en la lógica de la especulación, sino en la cooperación y la lógica del bien común”.
Se dirá: hay muchos experimentos de este tipo en todo el mundo. Y por mí, que haya más: mi ideal es que haya todas las monedas que los ciudadanos libremente decidan crear y aceptar. El problema es que las ideas antiliberales que subyacen a bastantes de estos experimentos son pura fantasía, y en la medida en que los proyectos sean impulsados por políticos, deberían invitar al mismo rechazo que justificadamente suscitan sus alquimias monetarias, con las que vienen estafando desde hace siglos al pueblo, depreciando la moneda que le imponen.
Veamos la fantasía: se supone que el objetivo es “reforzar el comercio local”, incentivando u obligando a la gente a que gaste su moneda en las tiendas de la ciudad. Pero impedir que los ciudadanos compren bienes y servicios fuera de su pueblo, ciudad o país, jamás fomenta la riqueza colectiva, sino al contrario. Conviene no confundir unos papelitos con la prosperidad real. Si emitir mucho dinero creara riqueza, la Argentina natal del señor Pisarello y quien esto escribe sería mucho más rica que Suiza.
Y ahora sigamos el relato de El País y veamos lo temible: “el garante de la paridad con el euro es el Ayuntamiento, que pagará en esa moneda a los funcionarios que lo deseen. También ofrecerá la posibilidad de usar esa moneda en las subvenciones municipales, créditos locales y otras transacciones entre el municipio y las empresas proveedoras. Ese dinero solo se podrá gastar en la red de comercios y servicios locales que se adhieran al sistema”. Dirá usted: bueno, no es tan totalitaria la cosa, porque los colaus y parlones serán de aceptación voluntaria. Pero es que no podría ser de otra manera. La mayoría del pueblo, incluso los más rabiosos enemigos del neoliberalismo, se tentaría mucho la ropa antes de aceptar, en vez de euros, unos papelitos cuyo valor está garantizado por Ada Colau.