En su último libro [El euro, Taurus], Joseph E. Stiglitz asegura que el liberalismo en Chile cosechó “desastrosos resultados” (p. 172), y afirma que “nada indica que en Chile las minas privadas de cobre funcionen mejor que las públicas” (p.77).
Las reformas liberalizadoras del régimen de Pinochet, que se mantuvieron en las siguientes décadas de democracia, no solo no fueran desastrosas, sino que contribuyeron a convertir a Chile en un éxito económico, y a reducir la pobreza a los niveles más bajos de América Latina. Es asombroso que el Nobel de Economía pueda negar esta evidencia, probada por las estadísticas, y también por los numerosos españoles, trabajadores y empresarios, que marcharon hacia el país andino, y han logrado allí unos resultados notablemente positivos, igual que un porcentaje apreciable del pueblo chileno.
Para ratificar que lo que dice Stiglitz no es verdad, asimismo, conviene comparar lo que sucedió en Chile con la catástrofe que perpetraron al otro lado de la cordillera los populistas argentinos, que para Stiglitz fueron nada menos que el “ejemplo” para superar las dificultades económicas.
Tampoco el diagnóstico de Stiglitz sobre la minería pública chilena es correcto. La pública Codelco padece graves problemas. El primero es la descapitalización, que compromete su desarrollo futuro. El Estado chileno la ha forzado a entregarle el 10 % de sus ingresos -repito: de sus ingresos, no de sus beneficios. Por añadidura, le cobra un impuesto del 40 % por sus beneficios, y se queda con todos sus dividendos. Naturalmente, la consecuencia ha sido que la inversión de Codelco ha disminuido, y a la vez su deuda supera ampliamente el endeudamiento de cualquier empresa minera del sector privado.
El segundo problema de Codelco tiene que ver con el recurso a los futuros del precio del cobre. Por presiones del Gobierno, en concreto del ministerio de Hacienda, Codelco vendió su producción a un plazo muy largo. Estas operaciones establecen el precio de venta, pero, obviamente, no sus costes, lo que incrementó considerablemente el riesgo para la empresa pública. La subida de la cotización del cobre elevó dichos costes, entre otras razones porque las divisas de los países productores de materias primas se suelen apreciar cuando aumentan los precios de éstas, lo que encarece sus importaciones y otros costes, como los laborales. El desenlace de todo esto es que Codelco perdió una suma cercana a los 7.000 millones de dólares.
Según informó La Tercera, el presidente ejecutivo de Codelco, Nelson Pizarro, declaró: “No hay plata, viejo, entiéndeme, no hay un puto peso”.
Dirá usted: claro, no puede haber pesos si el Estado ahoga a la compañía. Es verdad. Y eso sucede porque es una empresa pública. Es decir, Codelco no funciona mejor que las minas privadas precisamente porque es pública, al revés de lo que afirma Stiglitz.