Por si no tuviéramos suficiente con la experiencia de padecer a Podemos en ayuntamientos y comunidades autónomas, hemos podido ver en el Congreso de los Diputados, y fuera, hasta qué punto los populistas son enemigos de la libertad. Fracasada, de momento, la maniobra de Warren Sánchez, sus rivales/socios, a los que según le dijo a Jordi Évole, hay que “tratar de tú a tú” para conformar un frente verdaderamente progresista, mostraron de los que son capaces.
La violencia verbal fue extraordinaria, tanto por parte de Pablo Iglesias como de ese otro espejo de la tolerancia progresista: Gabriel Rufián. Toda la basura argumental del fascismo y del comunismo se juntaron en sus denuestos contra el PSOE, esos traidores a la clase obrera, una clase que, al parecer, los señoritos de Podemos sí que representan genuinamente. Y arreciaron los camelos según los cuales, si las cosas les salen mal a los izquierdistas/populistas/nacionalistas, eso sólo puede deberse a las maniobras arteras e inconfesables de las elites, los oligarcas, el Ibex 35 y demás gentes de mal vivir.
Fuera del Congreso, unos estudiantes impidieron mediante la violencia que pudieran dar una conferencia Felipe González y Juan Luis Cebrián en la Universidad Autónoma. Aseguró Pablo Iglesias que ellos no tenían nada que ver, pero fue el propio Pablo Iglesias el que escrachó a Rosa Díez en la Complutense hace unos pocos años. Y con el mismo grito de “Fuera fascistas de la Universidad”.
Entonces, me resulta extraño que alguien piense que Podemos pueda ostentar algún mérito. Es su reciente libro sobre la formación populista, afirma José Ignacio Torreblanca que Podemos “ha hecho algo impagable: devolver a mucha gente el interés por la política”, y recuerda “que la democracia no puede convivir con la desigualdad, la injusticia o la corrupción”.
Estos dos puntos son dudosos. No puede tener mérito que aumente el interés de la política cuando se trata de una formación rabiosamente antiliberal, cuyos fundadores recibieron el apoyo de regímenes como el venezolano y el iraní, que no se caracterizan por el respeto a la democracia, la libertad y los derechos humanos, precisamente. Incluso el “moderado” Errejón vertió grandes elogios hacia el régimen kirchnerista, que no sólo fue negativo económicamente, sino que fue una catástrofe en términos políticos, reinando gracias a ellos en mi Argentina natal la mentira, el sectarismo y la corrupción. ¿Por qué va a tener Podemos mérito alguno en esas condiciones? ¿Es que tendríamos que felicitarnos si mañana un partido nazi devuelve a mucha gente el interés por la política?
Decir que Podemos puede tener que ver con la contención de la desigualdad, la injusticia o la corrupción, supuestas consecuencias de la “devastación neoliberal” es secundar el viejo camelo que ha esgrimido siempre el socialismo, al alegar de que es el resultado de la pobreza de los trabajadores, cuando es más bien su causa.