Tras una de las victorias de Nixon, una periodista progre protestó: “No puede ser: yo no conozco a nadie que vote a Nixon”. Algo parecido puede suceder ahora, cuando casi no hay medios de comunicación que apoyen a Trump. Si caemos en la trampa de pensar que los medios son la realidad social, entonces nos sorprenderá no sólo su victoria sino incluso su derrota, porque en este caso también será indudable que millones de norteamericanos lo apoyan.
¿Por qué? Desde luego, no es un político al uso, como explica nuestro compañero Paco Reyero en su último libro: Trump. El león del circo. El talento de Trump es saber ser diferente y apuntar a un electorado que no se siente representado: los blancos más pobres, la clase media que, con la subida de impuestos, ya no puede vivir como vivía antes. Al revés de lo que tantos creen, el problema de esa gente no es la desigualdad, sino su pobreza relativa: no les importa que Trump sea millonario, porque lo ven como alguien que trabaja en empresas “reales” (no es un político profesional, ni un banquero) y que cumplió el sueño americano. Aprecian en Trump que hable como ellos. No les pareció escandaloso que haya devaluado el heroísmo de McCain: después de todo, concluye George Friedman, ellos son la clase que peleó en Vietnam…y nadie les ha llamado nunca héroes. Entre los matices de Trump (por ejemplo, estuvo en contra de la Guerra de Irak, pero ¿a que no lo sabía usted?), quiero destacar otro punto de unión con esa clase media empobrecida e ignorada: subraya los valores y las tradiciones americanas, empezando por la religión.
Los valores tienen su importancia en EE UU, como se ve en la fecha de las elecciones, que buscó primar la libertad y las tradiciones, y relegar la política. El motivo de que sean en noviembre es el clima benigno propio del mes, una consideración mucho más importante en 1845 que ahora. Pero el día del mes tuvo que ver con la tradición de respetar la libertad, en particular la libertad religiosa: no podía ser un sábado ni un domingo.
¿Por qué un martes? Porque en esos años, como recordó el periodista Carlos Mira, de haber sido un lunes, ello “hubiera puesto a muchos en la necesidad de viajar hasta los lugares de votación y a unos cuantos, incluso, a salir el día anterior, el domingo. De nuevo, el impedimento religioso”. ¿Y por qué el primer martes después del primer lunes? Pues por dos motivos: “El 1 de Noviembre es el Día de Todos los Santos para los católicos, así que, de nuevo, la política, a esperar. Y además muchos comerciantes, granjeros y, en general, los hombres de negocios, usaban el primer día hábil del mes siguiente para cerrar las cuentas del mes anterior. Así que ese día 1 de noviembre, si era martes, había que trabajar, no votar: la política a un segundo escalón”.
Si reconociéramos las tradiciones y los valores de la gente, quizá nos equivocaríamos menos, y seguramente la respetaríamos más.