Cuando en Podemos dicen la verdad, procuran tapar sus consecuencias más ominosas. En el caso de los medios de comunicación, hace apenas tres años Pablo Iglesias afirmó: “que existan medios privados ataca la libertad de expresión”. Su respaldo al chavismo y al kirchnerismo, de abierta hostilidad a la prensa libre, es conocido. Y al final ya directamente señaló a un periodista de El Mundo con su nombre y apellido: Álvaro Carvajal. Se montó un lío, y en Podemos se apresuraron a exigir…¡un debate!
Es el truco más antiguo de la casta: cuando lo que dicen y hacen les puede representar un coste político, procuran disolverlo, y así lo hizo Carolina Bescansa en Espejo Público: “hay que abrir un debate sobre los medios de comunicación”, cuando es patente que su aversión a la libertad no requiere debate alguno, porque es diáfana.
Otro truco es el arrepentimiento en lo accesorio. Pablo Iglesias pidió disculpas porque había hecho algo malo: personalizar. No pidió disculpas por rechazar la libertad: “es un error personalizar una crítica…Está bien que yo pueda manifestar mi opinión sobre los propietarios de medios de comunicación que condicionan líneas editoriales, eso es justo, pero no está bien que yo diga eso y personalice con un redactor al que además tengo aprecio”.
Esto es bastante astuto, y quizá les salga bien, es decir, quizá les sirva para ocultar el censor que estos anticapitalistas llevan dentro. Pero quizá no les sirva, y no sólo porque se les puede escapar el ramalazo más totalitario, sino porque, aunque no se les escape, es difícil que no se note en alguna medida incluso cuando argumentan con más serenidad. Por ejemplo, cuando aseguran que la información es un “derecho” que no se puede “mercantilizar”, como si el mercado extinguiese los derechos, las libertades y el pluralismo y el Estado los promoviese. O cuando desvarían sosteniendo que hay que controlar a los medios para “proteger la libertad de los periodistas”. No es fácil que mucha gente crea semejantes patrañas, ni que en Podemos sólo les interesa la transparencia, “evitar la concentración”, imitar a los países de “nuestro entorno” y demás. Por cierto, hablando de países, en su campaña para evitar la propiedad cruzada de los medios, los de Podemos siguen la huella antiliberal del régimen de los Kirchner.
Ese es su problema fundamental: se les nota. Es demasiado espectacular la tomadura de pelo cuando alegan que su objetivo es “poner fin al control gubernamental” de la agencia EFE. Y nadie que aprecie ligeramente la libertad dejará de sentir un escalofrío cuando ve que Podemos quiere crear un Consejo Audiovisual que “supervise” los medios, y quiere obligar a que se estudie en los colegios la asignatura: “educación mediática”. Si esto no es el Gran Hermano, que venga Orwell y lo vea.
(Publicado en Informadores, Nº 63, septiembre 2016.)