Fernando del Pino ha escrito un interesante ensayo sobre lo que llama cinco experimentos, es decir, fenómenos que mucha gente piensa que son antiguos, pero que en realidad son muy recientes (http://goo.gl/skL3YK).
El primero es el sufragio universal. No sólo tiene apenas un siglo, sino que vino precedido de numerosas reflexiones sobre los peligros que acarrea. Esto nos parece ahora absurdo, o abiertamente reaccionario, pero grandes pensadores políticos defensores del progreso y los derechos humanos debatieron sobre lo que ahora damos universalmente por sentado, a saber, sobre si democracia y libertad son siempre y necesariamente sinónimos. No lo son, como ya explicó Tocqueville, que advirtió sobre el riesgo de que la mayoría aplaste a la minoría. Unas décadas antes, los “founding fathers” de Estados Unidos se ocuparon de subrayar que las personas tienen derechos individuales que ninguna consideración colectiva puede vulnerar, porque provienen de Dios.
El segundo es el Estado grande y redistribuidor. Nuestros bisabuelos vivieron bajo Estados cuyo peso en el PIB era inferior al 10 %, y más o menos la mitad del mismo correspondía a defensa: en todo era diferente del actual. Las constituciones liberales lo limitaban de tal manera que en Estados Unidos los gobernantes tuvieron que introducir una enmienda a la Constitución para poder establecer el impuesto sobre la renta.
El tercer experimento es la explosión de la deuda pública, generalizada en particular en las últimas tres décadas, que podría desencadenar complicaciones de diverso tipo en el futuro.
El cuarto son los bancos centrales y las monedas fiduciarias, es decir, sin respaldo alguno. No fue casual que entre los diseñadores del patrón oro estuviera John Locke, porque no se trataba sólo de un sistema monetario sino político, que giraba en torno a la idea liberal fundamental de que la clave de la libertad no es la forma del poder sino sus límites. De ahí el patrón oro, que estribaba en suprimir el manejo arbitrario de la moneda a cargo del poder. Y de ahí los intentos reiterados de los gobernantes de cargarse dicho patrón en el siglo XX, hasta que Richard Nixon finalmente desvinculó por completo al dólar del oro el 15 de agosto de 1971. Su discurso fue de una hipocresía paradigmática: “He ordenado al secretario Connally que suspenda temporalmente la convertibilidad del dólar en oro”. Temporalmente, claro está, es decir…para siempre.
El quinto experimento al que se refiere Fernando del Pino en este ensayo es vivir sin Dios. Esto lo damos hoy por supuesto, cuando en realidad es algo que nunca había sucedido antes, y es particularmente marcado en los países desarrollados. El fenómeno está relacionado con la pérdida de tradiciones y valores morales, con el relativismo, y con el culto a una irresponsabilidad que, no por azar, ha facilitado y propiciado la incursión del poder sobre las vidas y las haciendas de sus súbditos como nunca en la historia.