Tituló El País: “El aumento de los muertos en accidente marca el peor julio del último lustro. 124 personas se han dejado la vida en las carreteras españolas en el primer mes del verano”. Pero la realidad es a menudo más compleja de lo que parece. Y la política también.
Es dimensión crucial de la política la desactivación de cualquier resistencia popular: de hecho, las intervenciones son en su mayoría aplaudidas por un porcentaje apreciable de la población. Para lograr este objetivo no sólo hay que subrayar lo bueno que hace el Estado, y ocultar lo malo, aunque esto es importante, sino que también hay que insistir en que lo hace después de haber considerado toda la evidencia disponible, lo que rara vez es el caso.
El esquema analítico vale para todas las intervenciones del poder, pero hoy sólo me limitaré al tráfico. Reducir el número de víctimas es obviamente una cosa tan buena que neutraliza las protestas: perdemos derechos y libertades, pero es por una buena causa. El lado malo, que va desde el dinero y el tiempo que pierden los ciudadanos por infracciones leves, e incluso absurdas, hasta la corrupción que la regulación tiende a propiciar, no suele ser subrayado, especialmente cuando las políticas tienen “éxito”.
Problema: ¿cómo se mide dicho éxito? Dirá usted: no hay ningún problema, porque las estadísticas de las víctimas de accidentes de tráfico son claras al respecto. Esos datos, empero, son menos diáfanos de lo que habitualmente se piensa.
Hace diez años, cuando se aprobó el carné por puntos, se insistió en que los muertos en nuestras carreteras aumentaban. Publiqué entonces un artículo probando con las propias cifras de la DGT que esto no era cierto: las víctimas mortales estaban descendiendo incluso en términos absolutos, y por supuesto que habían caído claramente si las ponderábamos por el número de vehículos o de kilómetros recorridos. Parecía de sentido común: no podían estar subiendo las cifras de muertos cuando los coches y los caminos eran cada vez mejores (cf. “La libertad por puntos”, aquí: http://goo.gl/t110UA).
Entiéndase bien: no digo que el tráfico no sea un problema, ni mucho menos que no lo sean sus víctimas. Lo que sí digo es que conviene que tengamos cuidado antes de propugnar más y más campañas punitivas contra los ciudadanos (por nuestro bien, claro), y que miremos con atención la evidencia, que suele ser más compleja de lo que nos cuentan. La noticia que daba El País no hacía ninguna referencia a una cosa tan elemental como el número de coches que circulan, y si no establecemos ponderaciones, al final concluiremos que, como se morían menos personas en los hospitales en el Imperio Romano que ahora, entonces la sanidad ha empeorado en los últimos dos milenios.
En el mismo periódico El País, apenas unas páginas más adelante, se podía leer este titular: “Las ventas de coches crecen un 11 % hasta el mes de julio”.
Sigue engordando la Tiranía de los Imbéciles, lo mas triste es que la prensa sea una de las grandes culpables de la instalación de «las medias verdades» en nuestra patria, y no es que seamos una excepción, pero toca un poco los coj…. que se crean estos lumbreras de la Dirección G. de Trafico y los Periodistas del Régimen del Pensamiento Único, que todos somos tontos. Nuestras autovías, y especialmente las de peaje, están perfectamente habilitadas para velocidades por encimas de los 160 Km/h. (con vehículos de gama media de menos de 10 años), de hecho en los tramos no controlados la gente circula a esa velocidad o por encima de ella, sin que se haya producido ningún accidente por este motivo (quedan a salvo los drogatas o alcohólicos). Tenemos ejemplos como el de Alemania donde existe tramos sin limite de velocidad, pero claro aquí somos siempre mas papistas que el papa y ademas la prensa no puede ser mas dócil con los poderes (Lease Gobierno u Oposición, según convenga y linea periodística), lo que nunca hacen es usar la sana critica ni el sentido común. Solo con el subieran el imite de velocidad en las autovías de peaje 20 o 30 km/h. mas ya no serian deficitarias. En fin como se decía en mis tiempos «no le pidas peras al olmo»