Simetrías franquistas

Hace un tiempo volvió a desatarse el odio de ERC y Podemos en el Parlamento de Cataluña contra Ciudadanos, porque este grupo rechazó “condenar el franquismo”. Una de las grandes mentiras de nuestra izquierda es que sólo el franquismo era malo, mientras que el antifranquismo era bueno. Aderezan a menudo esta mentira acusando al franquismo de golpista y de haber provocado, en solitario, la Guerra Civil. Distorsionan espectacularmente la historia con el objetivo de presentar a los enemigos del franquismo como grandes amigos de la libertad, la justicia, la paz, la tolerancia y la democracia, un fabuloso camelo que no se tiene en pie.

Pero es que para la izquierda el camelo no es un accesorio: forma parte de su misma esencia, y no puede vivir sin él. De ahí la constante propaganda que diviniza a los suyos y demoniza a los otros, incluso cuando aparentemente los elogia. Aún recuerdo cuando en los años 1980 la izquierda simulaba reconocer a Manuel Fraga, con el supuesto elogio de que había “civilizado a la derecha”. La maniobra era artera y sutil, al dar dos cosas por sentadas: en primer lugar, que la derecha era incivilizada, y, en segundo lugar, que la izquierda no requería tarea civilizadora alguna, porque ya venía civilizada de casa.

El último acto de esa mentira es la llamada memoria histórica, que ni es memoria, porque no busca recordar, ni es historia, porque no pretende analizar el dolor del pasado sino utilizarlo para promover una agenda política del presente, que sigue profundizando en la mentira. Ahora la cuestión estriba en cargarse la transición (otra herencia envenenada de Zapatero), volver a agitar el fantasma de que en la Guerra Civil perdieron los buenos, y acusar a todo el que se oponga de “facha” o franquista. De ahí viene la urgente necesidad de cambiar los nombres de las calles desde Madrid a San Roque, donde le han quitado su avenida a Castiella, o retirar el busto de José María Pemán en el Ayuntamiento de Jerez, etc.

En todo este proceso, asimismo, hay unas interesante simetrías. No me refiero a la conocida confluencia de los fascistas con la izquierda, porque cualquiera sabe que los nazis y los comunistas tenían muchos puntos en común (véase “Lenin y Hitler” aquí: http://goo.gl/Ugff21). Me refiero más concretamente al franquismo en comparación con la izquierda española actual. La regulación del comercio, que profundiza ahora la izquierda en nuestro país, es franquista, lo mismo que las licencias de los hoteles que esgrime Ada Colau en Barcelona, presumiendo de progresismo.

El cierre del comercio exterior y el proteccionismo es un terreno típico para la confraternización entre fachas y progres. Por ejemplo, en el rechazo al libre comercio, o al comercio algo más libre, entre Europa y Estados Unidos, los eurodiputados de Podemos votan siempre junto a la ultraderecha de Marine Le Pen. Hombre, dirá usted, no son iguales. No digo que lo sean, pero en su odio a la libertad se parecen bastante ¿no?