Hace un tiempo, el famoso director de cine Fernando Trueba incendió las redes al declarar: “Nunca me he sentido español”. Llamaron menos la atención otras dos afirmaciones suyas.
Hace un tiempo, el famoso director de cine Fernando Trueba incendió las redes al declarar: “Nunca me he sentido español”. Llamaron menos la atención otras dos afirmaciones suyas.
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En los antiliberales se lee como en un libro abierto. El antiliberalismo lo llevan tan en la masa de la sangre que se les ve a la legua el plumero antiliberal. Se contradecirán y se harán la picha un lío como consecuencia de la empanada mental que tienen respecto a conceptos básicos como libertad, democracia, derechos, etcétera, ninguna de los cuales parece entender prácticamente nadie, como, dicho sea de paso, no se entiende mucho siquiera el concepto más importante con diferencia de todos, que es el de Dios (si lo duda, haga usted un sondeo con esta pregunta: “¿qué es Dios?”, y ya verá). Pero lo que sí que tienen claro todos estos chupópteros natos del bote estatal es que tiene que haber ahí un estado para pagar cosas no para los demás (porque si tal cosa desearan, no pedirían para sí sino para otros), sino para ellos. Y los más listos encima quieren que el estado les dé por su cara bonita, sin pedirles nada a cambio, como por ejemplo que se bajen los calzones ante su poder cuanto sea menester, no por nada, sino porque no se da nada por nada. No, mejor que los calzones se lo bajen los demás, que uno es un pedazo intelectual que no veas y en consecuencia es un hombre libre, ahí hablando de la libertad, jo, qué intelectual; no se sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina: si debido a lo intelectual que es esta gente tienen esos espíritus tan libres que da primor verlos o si nacieron así, con la palabra libertad marcada a fuego en sus mentes y por eso te salen de un intelectual que te cagas. Eso sí: con las neuronas con forma de organigrama del estado y formulario burocrático a rellenar, ¿eh? Decir que tienen un morro que se lo pisan sería un comentario que se quedaría en la superficie de ese comportamiento, un simple y comprensible caso más de arrimar el ascua a la propia sardina. Lo grave, ya digo, es que ese comportamiento revela una forma de entender la vida tan en clave estatalista y por ende profundamente antiliberal que no se sabe siquiera pensar en clave no estatal.