Pasquale Cirillo y el famoso autor del “cisne negro”, Nassim Nicholas Taleb, plantean un análisis inquietante: el riesgo de un conflicto gigantesco no ha disminuido, sino que es subestimado por las técnicas que se basan en modificaciones anuales. Por ejemplo, como los muertos en las guerras entre 1914 y 1945 fueron considerablemente más que los que murieron antes y después, inferimos que no es probable que esos sucesos vuelvan a acontecer (“On the tail risk of violent conflict and its underestimation”, Research Paper, New York University, School of Engineering, mayo 2015).
El problema estriba en que se trata de distribuciones asimétricas, con colas muy importantes, con lo que no está clara la media a la que podamos remitirnos para intentar predecir ese mismo acontecimiento en el futuro. Cirillo y Taleb reelaboran la serie de víctimas y no encuentran ninguna tendencia, con lo que no tiene fundamento lo que habitualmente se piensa, a saber, que la violencia tiende a disminuir. Concluyen: “La historia vista desde el análisis de las colas de la distribución es mucho más peligrosa, y los conflictos son mucho más violentos, que lo que se deduce de la observación ingenua de las medias en las series temporales”.
La información sobre la violencia es a menudo poco rigurosa, y no sólo en el pasado más remoto: aún no sabemos cuánta gente murió en la guerra de Argelia. No es sencillo distinguir a los muertos por guerras de los muertos por hambre, y los historiadores tienden a prestar más atención a las guerras grandes que a las pequeñas, con lo cual tenemos más datos de las guerras actuales que de las antiguas. Incluso superando estas dificultades, la solución se escapa, porque si se analizan las guerras en términos de muertos, parece que la violencia aumenta, pero si se ponderan los muertos por la población mundial, parece que disminuye.
Según Cirillo y Taleb, ambas interpretaciones son incorrectas, porque no consideran que se trata de acontecimientos extremos, de cisnes negros. Si analizamos guerras con más de 10 millones de víctimas, el tiempo medio entre ellas es muy grande. “Esto significa que es totalmente verosímil que en los últimos años no hayamos observado un evento similar. Podría suceder mañana o en algún momento del futuro. Lo que también significa que extrapolar la tendencia en estos acontecimientos tan extremos no tiene mucho sentido”. ¿Cada cuánto tiempo hay tantos muertos como en la Segunda Guerra Mundial, o en la Rebelión de An Lushan en el siglo VII? ¿Una vez cada mil años? Es absurdo.
Más que absurdo, turbador, porque, incluso integrando las hipótesis tranquilizadoras de la teoría de juegos sobre las armas atómicas y la improbabilidad de su uso, de lo que en realidad estamos hablando es de que una guerra catastrófica podría estar a vuelta de la esquina. O, afortunadamente, no.