La diputada de la CUP Anna Gabriel Sabaté desató hace poco un escándalo con sus ideas sobre la familia. Dijo: “me satisfaría tener hijos en grupo”, es decir, la cocrianza, en la cual “la concepción de la paternidad no está tan individualizada”, lo que es sin duda verdad, pero traslada a la señora Gabriel la responsabilidad de demostrar por qué es malo que las madres y los padres estén individualizados. Lo dirá enseguida. Recordó que la cocrianza sienta las bases familiares “en muchas culturas del mundo”. Y también tiene razón: son sistemas muy antiguos, a menudo relacionados con el despotismo y la anulación de la persona en favor de la colectividad, desde Esparta.
No es casual que el comunismo haya sido siempre enemigo de la familia y el matrimonio. Por los mismos motivos que repite la diputada que aboga por la cocrianza: “No se centra en un núcleo tan pequeño como tenemos aquí en la familia nuclear. La concepción es que educa la tribu…No tienes ese sentimiento de pertenencia del hijo que has tenido a nivel biológico, sino que son tan hijos tuyos los que has parido tú como el resto”. La familia nuclear es “muy pobre y enriquece poco…tiende a convertir a la gente que tiene hijos en muy conservadora porque, como quieres lo mejor para los tuyos y los tuyos son muy pocos, se entra en una lógica a veces perversa”. Y eso es verdad, es algo perverso para los refractarios a la libertad, que por eso lo son a la familia.
No faltan expertos, y expertas, que nos enseñan que el matrimonio monógamo heterosexual está en crisis, y que es saludable “romper el modelo tradicional” que padece una “perspectiva patriarcal”. Siempre objetan a la modernidad y al capitalismo, al que asocian con la familia nuclear que, nos aseguran, es un puro y reciente artificio. Llegan a entusiasmarse con pueblos primitivos de las montañas asiáticas en cuyas familias sólo hay mujeres y niños, y de hecho no emplean la palabra “padre”. Y, por supuesto, la educación y los valores no podrán provenir de la familia tan reducida y estrecha que conocemos; hay que buscar la felicidad en otros “modelos”, porque todo en la vida son “opciones” y, ya se sabe, “para cuidar un niño hace falta una tribu entera”.
Lo que dice la señora Gabriel puede ser motivo de reflexión, desde su apego a modelos familiares asociados con épocas primitivas y de sometimiento de la persona al grupo, hasta su apoyo a la tiranía chavista y al entorno etarra; de hecho, le dijo a un diputado del PP en el Parlamento catalán: “No le llegas a Otegi ni a la suela del zapato, subnormal”. En suma, todas sus ideas y actitudes revelan aspectos interesantes sobre una persona y unos movimientos políticos que pueden tener una influencia devastadora sobre nuestra vidas y libertades. Y nuestras familias también, claro.