Se habla mucho de cambiar “nuestro modelo económico”, como si tal cosa fuera deseable o incluso posible, y en concreto se alude a la necesidad de aumentar el peso de la industria; a menudo se añade la necesidad de “apostar” por tales o cuales sectores cuya relevancia se supone que es patente y obviamente superior a otros sectores o actividades.
Hemos aprendido poco desde Sir Robert Giffen (1837-1910), estadístico y economista inglés con una fuerte vocación periodística: llegó a ser subdirector del Economist.
En teoría económica su nombre está asociado a un extraño efecto. En los llamados “bienes Giffen” no se cumple la ley de la demanda, y cuando su precio aumenta, su demanda lo hace también (técnicamente esto se produce porque el efecto renta supera al efecto sustitución). Los marxistas recordarán que Lenin empleó los estudios de Giffen sobre inversiones internacionales en su famoso libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, de 1917.
Una de las preocupaciones de Giffen eran las crisis económicas, en particular la que afectó a Inglaterra y otros países en 1873, golpeando gravemente a las industrias siderúrgica, textil y naval.
La aparición y desaparición de actividades no era ciertamente algo nuevo, como tampoco lo era el interés de los economistas entre esta cuestión, tratada ya por Smith y Hume en el siglo XVIII. Pero en los años 1870 empezó a verse con más claridad que Inglaterra perdía su primacía industrial en el mundo, lo que ocasionó una gran alarma en el país.
Para Giffen, sin embargo, ni las oscilaciones de las actividades industriales ni la aparición de dinámicos competidores foráneos representaban peligros graves. Si los Estados Unidos se ponían a la cabeza del carbón o del acero, ello no tendría por qué representar para los británicos una calamidad irreparable. La riqueza nacional, opinaba el economista inglés, no está formada por sectores concretos y “estratégicos”, que no han existido siempre en el pasado, tampoco reinarán eternamente, y su porvenir es, en cualquier caso, imprevisible.
Si la riqueza no es función de unas industrias determinadas, entonces ¿de qué depende? Giffen sostiene que la base de la riqueza de un país está en su capital y en las capacidades de sus habitantes –el capital humano, diríamos hoy. Con ese criterio, el mejor modelo industrial es el que los empresarios y los trabajadores establecen al invertir y al pasar de un sector a otro según juzguen que pueden emplear mejor su capital financiero, físico y humano.
Escribió Sir Robert en 1900: “Mi conclusión es que resulta equivocado atarse a industrias específicas, como si fuesen indispensables para cualquier comunidad que tenga una variada población, mucha capacidad comercial e industrial, y bastante capital. Bajo tales condiciones ninguna actividad en particular es imprescindible. De hecho, la comunidad debería saber adaptarse a los tiempos y cambiar constantemente, de tal forma que la industria ‘indispensable’ en un periodo determinado pueda posteriormente pasar a un segundo plano, o desaparecer por completo”.
(Artículo publicado en Expansión.)