Estado y oro

Kwasi Kwarteng, doctor en Historia por Cambridge y miembro conservador del parlamento británico, publicó el año pasado War and Gold: a Five-Hundred Years History of Empires, Adventures and Debt, cuya versión española presenta Turner con el más excesivo título de El oro y el caos. Quinientos años de imperialismo, deudas y derrumbes.

Es plausible que subraye que la moneda ha sido utilizada por los Estados para allegar recursos, como ya demostraron los escolásticos en la época de la España imperial, con la que Kwarteng inicia su relato. Lo malo es que al lector no le queda claro cuál es la posición del autor. James Grant lo llamó en el Wall Street Journal “el Hamlet monetario”, porque no censura de modo tajante los rescates bancarios y las políticas expansivas de los bancos centrales pero tampoco las respalda  (http://goo.gl/D58lRD). Denuncia el servilismo de dichos bancos ante los Estados, pero a la vez los considera imprescindibles.

A veces parece que la inflación es mala para la actividad económica y a veces parece lo contrario; con el proteccionismo sucede otro tanto. Al analizar a John Law, el libro acierta: “la necesidad de costear las guerras fue el motor principal de las finanzas modernas”, y explica cómo se fundó el Banco de Inglaterra en 1694 como “una máquina de recaudar dinero”, pero a continuación elogia Money and trade, considered de 1705 porque “una cantidad mayor de dinero emplea a más personas que una cantidad menor”.

Da la impresión, como lamentó Daniel Drezner en el New York Times (http://goo.gl/3w4fRA) de que le faltan conocimientos de economía y finanzas. Por ejemplo, no cita Paper Credit de Henry Thornton, texto clave para entender las tribulaciones monetarias decimonónicas y las insuficiencias del patrón oro. Dice que la restauración de dicho patrón en la Gran Bretaña de los años 1920 a la paridad de la preguerra, como se había hecho un siglo antes, fue un error de falta de realismo, porque había cambiado la correlación de fuerzas entre EE UU y el Reino Unido, en vez de subrayar la inflación transcurrida desde su supresión.

Es muy pertinente su recuerdo a la confluencia que hubo en los años 1930 entre los fascistas y el New Deal de Roosevelt: los nazis era admirados antes de la Segunda Guerra Mundial en muchas democracias. Y es correcta su idea de que Keynes, más que aportar recetas nuevas, racionalizó lo que los políticos de todo el mundo ya estaban haciendo. Pero su contradicción fundamental se mantiene: alaba el patrón oro por un lado, pero lo considera por otro un anacronismo.

La traducción de José Adrián Vitier es bastante buena aunque, una vez más, prueba la conveniencia de la revisión a cargo de un economista, lo que habría evitado traducir debt for equity swap como “trueque de deuda por equidad” o government securities por “seguridades del gobierno”.

(Artículo publicado en Expansión.)