Rip van Winkle, el célebre cuento de Washington Irving, publicado en 1819, tiene una villana: la insoportable señora van Winkle. Pues bien, ya es hora de reivindicarla.
El protagonista del relato, que tiene lugar poco antes de la Guerra de la Independencia americana, es un holandés bonachón y perezoso que vive en un pueblito en las montañas de Catskill. Allí se interna un día, escapando de la pesada de su mujer, y se encuentra con el fantasma del explorador inglés Hudson y sus hombres, que le dan una bebida que lo duerme durante veinte años. Al despertar, regresa a su pueblo, que ha cambiado por completo, empezando porque nadie es, como él, súbdito de su majestad Jorge III.
Rip se instala a vivir con su hija y es feliz, mucho más feliz que antes, y adorado como siempre por los aldeanos. Comprende finalmente lo que ha pasado, y no se mete en política, salvo para saludar la bienvenida liberación del único yugo que a él realmente le importa: el de la señora Van Winkle, porque afortunadamente ya ha muerto.
Rip van Winkle es el anti-héroe Americano: no participa en los grandes acontecimientos históricos, no tiene ambición, no quiere progresar, y está en las antípodas del “American dream”. Si por él fuera, se quedaría todo el día charlando con sus amigos. De hecho, lo que le sucede es porque tiene un único impulso: se marcha a la montaña para escapar de su mujer.
El estereotipo de esta señora, sistemáticamente identificada como una especie de Bruja Avería de hace dos siglos, oculta una circunstancia crucial: su marido es un perfecto inútil. Se ha argumentado que la esposa empeora la situación por ser dominante y rezongona, pero lo cierto es que no está claro qué otra alternativa tenía la pobre mujer. La subsistencia de la familia dependía de la granja en la cual Rip se negaba a realizar labor alguna, con lo que la explotación se resiente y decae. El hombre rehusaba acometer ningún esfuerzo a cambio de una retribución monetaria, en grave quebranto de su responsabilidad. En suma, Rip Van Winkle es un clamoroso fracaso como marido y como padre de familia. ¿Cómo no iba a regañarlo su mujer cuando Rip se escapaba con el perro a vagabundear por el bosque?
También se ha planteado una interpretación a dos bandas, alegando que Irving pretende aconsejar tanto a los maridos para que no sean vagos como a las mujeres para que no sean hostiles con sus cónyuges poco laboriosos, pero me parece una interpretación deficiente. No vale establecer una equidistancia entre los esposos Van Winkle, y la señora era una víctima, no una villana.
(Artículo publicado en La Razón.)
Interesante interpretación, por desgracia hoy abundan los holgazanes.