La consigna actual del PSOE es la de presentarse como “izquierda moderada”, mensaje que le dio el mayor éxito de su historia en términos de escaños: los 202 que obtuvo Felipe González en 1982 tras una excelente campaña en la que repetía sin cesar: “nosotros no somos comunistas”. El PCE de Santiago Carrillo apenas consiguió entonces cuatro diputados.
¿Servirá ahora la estrategia moderada que tan espectaculares resultados brindó hace treinta y tres años? Nadie puede saberlo, claro, pero la respuesta habrá de brotar de un balance que pondere elementos positivos y negativos.
Los elementos positivos son tres. Por un lado, el candidato, con buena presencia y aspecto de no haber hecho nada malo ni de ser temible. Es decir, como era González en 1982: era de hecho tan joven que tuvieron que pintarle unas inexistentes canas en los carteles electorales para darle un aire de mayor madurez.
El segundo elemento positivo es Cataluña, porque la posición adoptada por el PSOE, de secundar al Gobierno, si bien con el añadido de que quieren cambiar la Constitución, probablemente le represente un activo entre el electorado centrista.
Y el tercer elemento es la posibilidad de diferenciarse del resto de la izquierda. Allí está Podemos de capa caída, jugando ahora ocasionalmente a presentarse como moderado, cuando resulta difícilmente creíble. Y también está Izquierda Unida que, sabedora que en el centro tiene poco que rascar, se ha lanzado a la conquista del espacio más extremo. Como símbolo, nótese que mientras Pedro Sánchez sugiere revisar Concordato con la Iglesia Católica, lo que hace Alberto Garzón es liarse la manta a la cabeza y directamente propone una amplia «desamortización» que incluye cargarse la escuela concertada, es decir, la tercera parte de los centros escolares de nuestro país, con una larga tradición y un apreciable respaldo popular.
Junto a estos tres puntos favorables, el PSOE enfrenta dos elementos de sentido contrario. El más importante seguramente es el pasado. Está demasiado cerca José Luis Rodríguez Zapatero, y muchos socialistas sospechan que la derrota a la que los condujo su desastrosa gestión no se debió exclusivamente a la crisis económica sino también a los bandazos que, precisamente, los alejaron del centro político. Zapatero, en efecto, no es simplemente un gobernante que subió los impuestos, sino el que removió los muertos de la Guerra Civil, atacando el espíritu de la Transición, y el que dijo que aceptaría lo que se aprobase en el Parlamento de Cataluña –la nación es un concepto discutido y discutible, ya se sabe.
Por fin, el segundo elemento desfavorable es la estrategia del PP, que también ha padecido un apreciable desgaste electoral y que ha decidido, con toda lógica, jugar a la carta de que ellos son realmente los moderados, mientras que Sánchez y sus secuaces son la “izquierda radical”, aprovechando los pactos PSOE-Podemos.
De momento, los elementos negativos parecen superar a los positivos.
(Artículo publicado en La Razón.)
Estimado Dr Rodriguez Braun
Soy Pablo de Madrid y un admirador suyo.
Le escribo para pedirle su opinión sobre la propuesta de Jordi Sevilla de desvincular las pensiones a la seguridad social y pagarlas a través de un impuesto. Parece que Jordi Sevilla no se ha dado cuenta que las cotizaciones a la seguridad social ya son un impuesto: ambos son obligatorios, la cuantía es en función de la capacidad económica y si no los pagas te penalizan. Es algo así como no lo llames amor sino sexo, no lo llames impuesto sino cotización.
También me choca que la propuesta del Sr Sevilla la pensión sería universal y la cuantía en función de los años cotizados y de la necesidad de cada pensionista y no a lo cotizado. Si fuera tan amable el Sr Sevilla de definirnos necesidad, porque seguro que yo no tendré el mismo concepto de necesidad. También al desvincularlas a lo cotizado nos está quitando lo único liberal de las actuales pensiones: tanto pagas, tanto recibes.
Un abrazo
Pablo
Hola Pablo, muchas gracias por tu mensaje. Tienes razón en la equivalencia coercitiva de impuestos y cotizaciones. Lo único que te añadiría es que la parte «liberal» de las pensiones, como la llamas, es cada vez menos liberal, porque entre las pensiones no contributivas y la reducción de las pensiones máximas, el sistema ha ido perdiendo su componente contributivo, o de una especie de pseudo-capitalización (en el sentido de establecer una pensión en función de lo cotizado), y ha ido girando hacia un sistema más asistencial. Un saludo cordial, CRB