El BBVA publica un estudio del profesor Antonio Villar, de la Universidad Pablo de Olavide, titulado: Crisis, gasto de los hogares y estructura familiar, que revela o más bien ratifica la importancia de la familia en la economía de cualquier país.
El objeto del estudio es nuestro pasado más reciente, de hecho, el período 2007-2014. Y se centra en el llamado ratio de Palma, o la proporción entre el gasto (o renta) del 10 % de hogares con mayor gasto y el 40 % de hogares con menor gasto. Este indicador recibe su nombre por el economista chileno Gabriel Palma, que observó que las rentas de la llamada clase media suelen representar, precisamente, la mitad de la renta total de un país. La otra mitad se distribuye entre el 10 % de afortunados más ricos y el 40 % de desafortunados más pobres, y lo que cada grupo se embolsa es una suma que puede variar mucho entre los distintos países. La tesis de Palma es que su ratio pondera mejor la desigualdad que el clásico índice de Gini.
En España se observa que, al revés de lo que muchos piensan, la desigualdad no ha aumentado con la crisis, sino al contrario. El profesor Villar apunta que la explicación de este fenómeno pasa por las modificaciones en el tamaño de los hogares españoles: “el número de miembros de los hogares menos favorecidos ha aumentado mientras que los de las clases medias y acomodadas ha disminuido”.
A menudo los científicos se ocupan de dar respuesta intelectualmente articulada a problemas cuya solución ha sido ya intuida por las personas corrientes. En efecto, ¿cuántas veces hemos escuchado y leído que la familia española ha amortiguado los peores efectos de la crisis económica, sirviendo de ayuda y centro de acogida a sus integrantes que la habían abandonado en los tiempos de vacas gordas, pero que han regresado a ella en los de vacas flacas?
Pues lo mismo dice el doctor Villar, y lo prueba con datos. La reunificación familiar se intensificó en España a raíz de la crisis posterior al año 2007, y el gasto de los más ricos y los más pobres disminuyó, aunque se mantuvo relativamente el de la clase media. La variabilidad entre regiones es grande, pero no hay duda de que en la crisis se redujeron tanto el gasto agregado como la desigualdad.
La situación cambió a partir de 2013, porque aumentó el gasto en los hogares más ricos, lo que impulsó la desigualdad en la misma dirección.
La desigualdad aumenta en rentas pero no en consumo: “el ajuste de los hogares frente a la crisis ocurre a través de mecanismos que van más allá de la variación en la renta per cápita”; se trata del cambio en la estructura de familias y hogares, que ratifican, como hemos apuntado, la intuición popular: “este proceso puede ayudar a entender por qué la tensión social parece mucho menor de lo que los datos relativos a desempleo, desigualdad y pobreza sugerirían”.
(Artículo publicado en La Razón.)
Muy interesante lo que comenta en el artículo, especialmente que la economía (como ciencia social que es) no hace sino mostrar con cifras lo que todos vemos. Lástima que en nuestro país hemos pasado de querer aparentar ser más de lo que somos a hacer una carrera por ver quien pasa «más necesidad».