El profesor César Rendueles nos habla en Capitalismo Canalla (Seix Barral) de libros que le han ayudado a entender el capitalismo. Dado que incurre en reiterados desatinos como que “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos del libre mercado”, y otras afirmaciones también de patente falsedad, y como no es cuestión de dirimir las culpas entre bibliografía y autor, prefiero prestar atención a cómo recoge este breve volumen una serie de ficciones anticapitalistas.
La primera es el rechazo a las instituciones que han contribuido al progreso de la humanidad, y la nostalgia hacia los órdenes más arcaicos. Rendueles abomina del mercado y la propiedad privada, pero confía en Marx, y llama “realista” a su absurda teoría sobre los orígenes del capitalismo. Ataca al comercio porque “nos priva de la posibilidad de deliberar en común para tomar decisiones colectivas que no pueden ser el subproducto de la interacción individual egoísta”. Esta idolatría del mundo primitivo se repite en el libro, que no manifiesta la menor comprensión sobre cómo las interacciones de las personas no sólo no son egoístas, sino que además crean riqueza, de cómo pudieron tantos millones de seres humanos dejar atrás la miseria gracias, precisamente, a esas instituciones. Para Rendueles todo en el capitalismo es, en el mejor de los casos, una suma cero: sólo ve la vida bajo el capitalismo como conflicto, nunca como cooperación enriquecedora.
Naturalmente, rechaza el progreso técnico y llama a los luditas, los insensatos destructores de máquinas, “activistas lúcidos”. Toda innovación es trágica, y toda división del trabajo degradante. En general, el trabajo asalariado es para él humillante, e integra una sociedad en descomposición, con millones de tarados abducidos por el consumismo. “Hoy Norman Bates trabaja en Standard & Poor’s y esnifa coca en el asiento de cuero de un Bentley”. En serio. “El neoliberalismo posmoderno es un lugar frío y oscuro donde ser bueno y cuidar de los demás te convierte en un fracasado”. En serio.
Si hay esclavitud es por culpa del capitalismo, sistema bajo el cual fue abolida. Asocia las guerras con el capitalismo, cuando fueron emprendidas por los Estados, los mismos Estados que son cada vez más grandes y el profesor Rendueles los trata como si hubieran desaparecido. Asegura que la dictadura de Pinochet sumió a Chile en la miseria, lo que no se atreverían a asegurar ni los comunistas chilenos.
Hablando de comunistas, no hay nada aquí sobre el comunismo, no hay nada sobre qué sucede cuando el malvado capitalismo es suprimido. Eso sí, podemos leer: “La historia del capitalismo es extremadamente sangrienta”. La del no capitalismo al parecer es beatífica. “El correlato de la ortodoxia financiera ha sido el terror militar y político”, como si en Canadá vivieran igual de aterrorizados que en Corea del Norte. Notifica el “caos económico capitalista”, como si la economía no capitalista fuera mejor. E informa sobre “la caída del patrón oro”, como si hubiera tropezado, y los Estados no lo hubieran desmantelado.
Y así, siguiendo, con una sucesión de imágenes de un mundo capitalista espeluznante (“matan de hambre a cientos de miles de niños”) y de topicazos caros al antiliberalismo de todos los partidos, como que hubo un “contrato social” posbélico para crear el Estado de Bienestar, y que Reagan y Thatcher lo incumplieron. Los conservadores inauguraron así una ola perversa de anarcoliberalismo estaticida, sólo frenada por la crisis de 2007, que por fin ha puesto al liberalismo en su sitio, dando lugar a la ansiada recuperación de lo público. Antes sucedían cosas como que “varios continentes se vieron arrojados a una lucha despiadada en un supermercado global endémicamente desabastecido”.
Los ciudadanos al parecer simplemente enloquecieron y “comenzaron a apoyar proyectos de sumisión a las élites económicas que atentaban contra sus intereses materiales más inmediatos. El consumismo borró de la memoria colectiva las consecuencias que había tenido el capitalismo desbocado, la miseria y las decenas de millones de muertos que dejó a su paso”. Repito, del socialismo no dice nada, pero en el capitalismo somos tan poca cosa que “el noventa y nuevo por ciento entregamos voluntariamente el control de nuestras vidas a fanáticos”.
En fin, por suerte, el profesor Rendueles nos anuncia la salvación: vendrá de la mano del 15-M y la Plataforma Antidesahucios.