El llamado movimiento antidesahucios empezó siendo una bandera de la izquierda radical y ahora es de muchos. Ya Isaías habló de la convivencia de lobos y corderos (Is. 11, 6-7 y 65, 25), pero en la realidad conviven regular, y en la realidad política francamente mal.
En esa realidad todo se suele reducir a la explotación del más débil, el que no organiza manifestaciones ni proclama sus reivindicaciones, es decir: el contribuyente, o sea, usted. Por ejemplo, el Ayuntamiento de su ciudad, o sea, usted, puede pagar al banco parte de la hipoteca de los posibles desahuciados, o buscar “soluciones habitacionales”, que también paga usted.
Los políticos son grandes beneficiarios, como sucedió con la alcaldesa de Madrid, que obtuvo en “El País” honores de portada: “Carmena paraliza más de 2.000 desahucios”. Se trataba de “pisos sociales” con “alquileres sociales” en el centro de la ciudad, que paga o subvenciona el ayuntamiento, o sea, usted. El plan municipal era vender esos pisos a fondos de inversión, que pagarían una buena cantidad porque están en el centro, mientras que los inquilinos pagan alquileres de 200 euros y en algunos casos 75 euros al mes. En absoluto se trataba de dejar a la gente en la calle, porque el Ayuntamiento “les ofrecía otras viviendas con el mismo alquiler, pero en otros distritos”. El resultado: “Casi todos se negaron porque llevaban media vida en esas calles y barrios”. Y ahí empezaron la “lucha” y las “reivindicaciones”, que llegaron un final feliz: todo sigue igual. Y ni un recuerdo para el que realmente paga.
(Artículo publicado en La Razón.)