Dibuja Forges a un par de jóvenes mirando el paisaje. Uno dice: “En estos tiempos hay que pensar que lo mejor del presente es el futuro “, y el otro le responde: “A no ser que lo privaticen”. No hay señal más típica del pensamiento predominante que esta idea del Estado reducido a su mínima expresión. Es un llamativo caso de ofuscación. En efecto, nunca los Estados han sido más grandes, nunca han sido más altos el gasto público, los impuestos y la deuda pública, nunca ha sido más intrusivo el poder con sus controles, prohibiciones, multas y regulaciones. Y, sin embargo, Forges cree que todo es privado, voluntario, libre…y que para colmo de males van a privatizar el futuro. En fin.
El Roto, ese otro genio de la corrección política antiliberal, dibuja a un hombre sonriente que habla desde un descapotable y dice: “la globalización es el califato del mercado”. Maravillosa síntesis de falacias. Estamos al parecer amenazados por la globalización, es decir, por las mayores facilidades para comprar, vender, ahorrar e invertir en el mundo. El mercado es asociado con la palabra “califato”, que sugiere violencia y autoritarismo. Cualquiera que haya estado en un mercadillo sabe que la verdad es justo la contraria, porque en el mercado nadie nos obliga a comprar, pero El Roto ya ha dejado su mensaje: el peligro no es el poder del Estado sino el de Amancio Ortega o El Corte Inglés, que jamás le han quitado a usted por la fuerza ni un solo euro.
(Artículo publicado en La Razón.)