Euro depreciado + petróleo barato = miel sobre hojuelas. Parece claro, pero en economía, como en la vida, es mejor mirar con cuidado, porque los fenómenos suelen ser más complejos de lo que parecen. De entrada, en el caso del petróleo, la alegría es de los importadores, como España. El desplome del crudo comporta una transferencia de renta desde los exportadores a los importadores que puede oscilar entre el 0,3 % y el 0,7 % del PIB mundial.
Algo de eso nos tocará, y por eso no es de extrañar que los analistas coloquen esa pesa del lado bueno de la balanza, para compensar el relativo freno en el crecimiento de la eurozona en 2014, con el consiguiente impacto negativo para nuestras exportaciones. La reducción de costes mejora nuestra competitividad y nuestra renta, aunque hay aspectos negativos, lo que usted comprenderá rápidamente si su negocio está sobreinvertido en el sector energético…o si su empresa exporta a Venezuela.
A la hora de preguntarnos por la perdurabilidad de esa caída, no podemos ignorar a los exportadores que, además, no son todos iguales, aunque sí dependen crucialmente del petróleo para tener sus Finanzas Públicas en orden. Las diferencias son abultadas. Kuwait podría tener superávit fiscal con un crudo a 50 dólares, pero Arabia Saudí elevaría ese umbral hasta quizá el doble. En Venezuela entrarían en déficit con el crudo a 70 dólares, con lo que ya entiende usted lo que está pasando, desde el temeroso frenesí intervencionista del régimen caraqueño hasta la simpatía pro-estadounidense del de La Habana.
La OPEP no reducirá su oferta, pero eso no quiere decir que la oferta no vaya a reducirse: lo normal es que, cuanto más bajen los precios, más incentivos existan para que lo haga. Tanto que hemos hablado del fracking, si el crudo no sube de los 50 dólares, la mayoría de las explotaciones no serían rentables: menos oferta, más precio. De momento, empero, disfrutemos (los compradores).
Y hagamos lo mismo con la caída del euro, relacionada con el crudo, cuya cotización en dólares hace que se la divisa americana aprecie, y el euro caiga. Pero ahí actúan también las incertidumbres, empezado por las políticas monetarias eventualmente restrictivas en América, Europa y Asia, tras unas notables expansiones en los últimos años.
Las cosas, como nuestra juventud, no duran para siempre. Y hablando de mi juventud, a los que piensan que no hay nada más que miel sobre hojuelas les recuerdo mi vieja advertencia: si la depreciación de la moneda fuera la receta para la prosperidad, Suiza sería pobre y mi Argentina natal rica.