La animación era visible ayer en los mercados. Flotaba en el aire el famoso quantitative easing, la mayor expansión y flexibilización monetaria conocida por su acrónimo QE. Draghi salió a la palestra y se presentó como el luchador contra la deflación, un riesgo que no parece existir pero que le sirve para aparentar que hace todo lo posible y necesario por ayudar a la recuperación de las economías de Europa.
Todo lo posible y necesario, whatever it takes: y eso significa comprar más activos, o, en sus palabras: “ampliaremos los canales a través de los cuales intervenimos, modificando el tamaño, ritmo y composición de nuestras compras”. Esto fue suficiente para llenar de alegría al Ibex (destacaron bancos y constructoras) y demás mercados bursátiles europeos, complementados por una inesperada rebaja de tipos en China (en estos momentos nadie parece acordarse de Japón). Los tipos de la deuda cayeron a mínimos, y el euro flexionó a la baja frente al dólar.
Aparte de la nueva vuelta de tuerca a la imagen de Draghi y a su mensaje de que ya más no puede hacer (hasta que lo haga otra vez), de lo que estamos hablando aquí es de comprar valores, títulos, cédulas, respaldados por activos (asset backed securities, o ABS) en los mercados primarios o secundarios, a lo que se sumaría la deuda pública. La justificación del BCE es que la medida de algo parecido a un QE es necesaria por la complicada situación de la economía de la eurozona, donde el crecimiento aún no repunta vigorosamente y la inflación es baja. En tales condiciones, la receta es el viejo helicóptero monetario de Friedman que reabra las vías del crédito para familias y empresas.
La parte mala del asunto, por supuesto, es que el BCE no es cualquier banco sino el garante del valor de la moneda que los europeos estamos obligados a usar. El riesgo, pues, como apunta el profesor Friedrich L. Sell de la Universidad de Bundewehr, Munich, en el número de Actualidad Económica que acaba de aparecer, es que la QE “puede convertir al BCE en un gigantesco banco malo”.
(Artículo publicado en La Razón.)