La corrección política da la bienvenida a las dictaduras que, tras adoptar durante décadas políticas económicas intervencionistas, finalmente comprenden que se trata de estrategias desastrosas, y empiezan lentamente a virar el rumbo y a adoptar políticas menos antiliberales. Eso sí, para que sean saludadas es imprescindible que sean dictaduras comunistas. En otro caso, la severidad es implacable y no admite matices ni tolerancia alguna.
Los comunistas arrastraron posiblemente a más trabajadores a la muerte en China que en ningún otro país; sólo los rusos se les acercan en términos absolutos de víctimas de estrategias económicas enloquecidamente antiliberales y de represión policial lisa y llana. Desde hace décadas, sin embargo, no sólo se hace la vista gorda en términos políticos, y todos los mandatarios del mundo se afanan por visitar Pekín y sonreír a los opresores, sino que se pondera la enorme sabiduría desplegada por ellos, en particular desde que Den Xiapoing tomó las riendas del régimen a finales de los años 1970. Otro tanto sucede en Cuba, donde también la feudal tiranía socialista de los hermanos Castro ha ido muy lentamente mitigando algunos de sus planes más frontalmente opuestos al liberalismo económico.
Pero, vamos a ver: ¿qué pasa con los derechos humanos? ¿Por qué todo el mundo da la bienvenida a estos virajes gubernamentales hacia una menor hostilidad contra el mercado, y no los subordina a las brutales violaciones de los derechos humanos que siguen perpetrando ambas dictaduras comunistas? ¿Por qué es tan evidente que Baltasar Garzón debe ser considerado el héroe de los derechos humanos, cuando en realidad sólo persiguió a Pinochet, y nunca jamás le tosió a Fidel Castro?
Sólo hay una razón: la hipocresía y la mentira que jalonan sistemáticamente a la corrección política. Obsérvese que las violaciones de los derechos humanos perpetradas por la dictadura pinochetista, o la franquista, no provocaron un mayor número de víctimas que las masacradas por los comunistas, que en ese terreno son simplemente imbatibles.
Asimismo, si hay que saludar a los gobernantes de izquierdas que navegan por rumbos menos antiliberales ¿por qué no habría que hacerlo con los no comunistas que replican dicha estrategia? Conviene recordar que tanto Pinochet como Franco emprendieron ese giro político, con el mismo resultado que han obtenido los dictadores comunistas: aumentaron el empleo y la prosperidad tanto en Chile como en España. Pero esas mejoras, aplaudidas en China, no lo son si gobiernan Franco o Pinochet.
Una última nota, hablando de hipocresía. Se reprocha sin cesar desde hace décadas a los “Chicago Boys” por haber sugerido la liberalización económica a Pinochet, pero nunca a los economistas españoles que recomendaron exactamente lo mismo: una mayor racionalidad y una mayor apertura de los mercados, en el régimen franquista a partir de 1959. Todavía hay clases, como se ve.
(Artículo publicado en Expansión.)