He leído dos diarios, muy diferentes, sobrecogedores, y sin embargo optimistas.
Una mujer en Berlín
El primero, que me dio Begoña Gómez de la Fuente, es Una mujer en Berlín, o Anotaciones de diario escritas entre el 20 de abril y el 22 de junio de 1945, que escribió una joven alemana cuyo nombre es desconocido hasta hoy; sus páginas fueron rescatadas del olvido por Hans Magnus Enzesberger, y publicadas por Anagrama en Barcelona, en una excelente traducción de Jorge Seca.
Vino torcido
El segundo, que debo a su propio autor, Joaquín Fernández de Santaella y Martín-Artajo, es Vino torcido. Diario de un interno en centro de rehabilitación, publicado en Córdoba por la Editorial El Páramo. La mujer berlinesa apunta el horror que sucede y que le sucede en apenas dos meses, los últimos de la Segunda Guerra Mundial, cuando su ciudad es “liberada” por las tropas comunistas. La población femenina pasa entonces a convivir no sólo con la muerte y las privaciones de todo tipo sino con las violaciones de los soldados rusos. El relato es sobrio, sin estridencias y, por eso mismo, espeluznante. La crónica de Fernández de Santaella, periodista y escritor español, es más que sobria, es incluso entretenida, y hay que prestar atención para comprender el drama que se vive y que él vive en un centro de rehabilitación de alcohólicos.
Una moraleja
Pero en los dos casos la moraleja es la misma: lo que importa es salir adelante. Como dice la mujer berlinesa: “a pesar de todo, siento en mi las ganas de vivir”.
(Artículo publicado en La Razón.)